Reflexiones / Por Lucas Cortiana

Héroe de mercado pago

Santi Maratea se convirtió en la cara de las recaudaciones millonarias para brindar ayuda a individuos o instituciones necesitadas. Entre la filantropía épica y cómo se explica que alguien quiera hacer el bien.
domingo, 30 de abril de 2023 · 02:15

Dispuesto a no perderse entre tanta gente, Santiago Maratea hace favores siempre al borde de una fosa, literal o simbólica, para que el tiempo de llevar flores se dilate. Crudo es decirlo, pero pudo ser el niño con el cáncer agresivo, los atletas sin recursos para competir o la institución endeudada en millones de dólares. Consigue el doble propósito de destacarse mientras enarbola la bandera de una filantropía épica contra el sentido alevoso de la muerte y la desaparición.

Claro, por contraste a un mundo con poca imaginación para dar pero veloz para las sospechas, también debe estar dispuesto a recibir vituperios en vez de admiración y gratitud. El público que asiste a los hechos, por mediocridad, crítica o supuestos de una trastienda, defenderá y detractará en igual medida. Así, una especie de resumen de la cultura de las chusmas: el que hace daño porque hace daño, el que hace bien porque lo pudo hacer mejor, el que no hace porque no hace, y el que hace, mejor no hubiera hecho.

Ya no volveremos a reconocer a los paladines; a los actos memorables se les extirpará lo gentil.

Como en los doce trabajos de Heracles, hazañas imposibles para el hombre común, Maratea se propone realizar campañas de héroe. Pero él no recibe los encargos, como Euristeo se los imponía al campeón griego, sino que los que serán favorecidos le admiten su voluntad de hacer: el móvil puede ser la conmoción que le provoque una historia de vida, también el fervor de una masa futbolera. En cada caso, el brazo de Heracles es una cuenta de Mercado Pago, y su espada, el enfático dinero.

Tenemos monedas, minúsculas y sin cotización, pero Maratea ha sabido cambiarlas por valores más complejos, y ha convertido individuos en prójimos, sumando y acercando argumentos de solidaridad: recaudó 51.000 dólares para el tratamiento de un niño con un cáncer extraño y 200 millones de pesos para comprar autobombas, vehículos y trajes ignífugos para combatir los incendios en Corrientes. El virtual héroe de este siglo —digo virtual porque la existencia de su figura es inusual, hasta imaginaria, y por lo mismo su legitimidad— no es un héroe solitario, comprendió a fuerza de fracasos y de aprendizajes dolorosos que necesita el apoyo colectivo.

El caso “C.A. Independiente”, una institución eterna que podría cubrir de luto a sus fanáticos, está contaminada de rudimentos políticos que no tenían las anteriores aventuras donde no era necesaria la intervención de una dirigencia que gestionara. Tampoco Maratea debía mediar con hinchas indignados por la corrupción y con el periodismo y la AFIP como fieras al acecho. Sin embargo, no lo asalta el temor, y explica, en el idioma del pueblo: “El 5% no es para mí, es para pagar los gastos del fideicomiso. La CD tampoco se va a llevar un porcentaje y no hay un vínculo de cuentas bancarias ni nada. Es muy de chorro pensarlo así”. Entre las acciones insignificantes y las admirables descansan las declaraciones de la virtud: hay que entender por qué alguien hace el bien.

Tal vez mejor sea considerarlo un emprendedor, un atrevido de las redes sociales que alienta y atenta a la vez: alienta a las causas nobles y atenta contra los desgastados actores del sistema. Se ha sometido a ciertos ejercicios de convivencia social y la gente confía en sus manos. Algunos fantasean con que el “método Maratea” sea una solución a la deuda externa, en otras palabras, elevan el “método” a la categoría de milagro, una fórmula para un alivio que está por fuera del espacio, el tiempo y la realidad.

Maratea se convertirá —sino se convirtió ya—, en todo lo que se puede convertir un hombre de estos tiempos: un influencer, un héroe, un Robin Hood, un conferencista ante la prensa, un santo patrono o un meme de circulación en Avellaneda. A la espera de ver qué pasa por aquí para compartir un CBU. Y aquí siempre algo pasa.

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