Opinión

¿Podemos hacerlo?

Diego Manusovich
domingo, 19 de junio de 2022 · 01:25

Si uno se aleja un poco de los dolores y las injusticias cotidianas, aparece una pregunta existencial sobre nuestras convivencias sociales: ¿siempre tiene que ser un escenario de tensión y violencia?

La democracia moderna, tal vez, sea el sistema más estable para compatibilizar nuestras diferencias. Los pensamientos de derecha, centro e izquierda expresan entre sí tantas diferencias de cosmovisión que, de no mediar una representación pacífica a través de nuestros políticos, sería una cacería de tiros todos los días.

Pero también es cierto que dentro de este sistema de convivencia, el conflicto (no armado, pero conflicto al fin) es la forma que adquiere el avance social. ¿Realmente tendríamos una jornada de 8 horas, aguinaldo y vacaciones sino hubiera habido muertos y heridos en sus reclamos hace 80 años? ¿La equidad de género que estamos empezando a conquistar hubiera existido sin el dolor y la lucha persistente y audaz de las mujeres? ¿Hubiese sido posible lograr esos avances conversando en una mesa unos y otros involucrados, pacíficamente?

Voy a aventurar una respuesta como pedagogo. Creo que el conflicto es inherente a la especie, sin embargo la “magnitud”, acaso la “distancia” entre posiciones sea la clave. La sensibilización de toda la sociedad debe ser el camino para que las diferencias entre partes sean cada vez más cortas y razonables. Hoy nadie se atrevería a cuestionar el valor del voto femenino, sin embargo en la década del 40 la lucha en la Argentina fue encarnizada. ¿Qué pasó en el medio? Todos aprendimos que tenemos el mismo caudal de razón para ejercer los derechos ciudadanos. La pregunta clave sería entonces, ¿puede adelantarse ese aprendizaje acerca del derecho y la felicidad del otro a las luchas del futuro?

A través de los medios de comunicación, los espacios públicos y el sistema educativo, debemos reflexionar sobre “qué le pasa y qué necesitan los demás para realizarse en su dignidad” de modo de rehumanizar nuestros apetitos ideológicos antes de sentarnos a la mesa de nuestras negociaciones de futuro.

No vamos a negar entonces que el conflicto, la presión y las divergencias motorizan los cambios humanos en todo el planeta, pero tal vez el “tenor” de esas diferencias pueda achicarse para encontrar consensos más fácilmente.

Los nórdicos ya no discuten que los padres tengan que tener al menos 2 meses de licencia por paternidad luego del nacimiento de un hijo, sólo están sofisticando el sistema para organizar que padre y madre puedan intercambiarlas convenientemente según el caso.

Si en este sistema capitalista, consumista e individualista no ponemos en el centro a los valores humanos, cada lucha seguirá siendo encarnizada y cruel hasta en lo más mínimo.

Seguimos pensando.