Opinión
Gas más barato, futuro más caro
Martín Herscovich EconomistaLa semana pasada se aprobó en el Congreso la ampliación del Régimen de Zona Fría. Como lo manifestaron algunos referentes locales del Frente de Todos, Chivilcoy quedó incluida en el nuevo régimen por lo cual todos recibiremos un descuento del 30% en las facturas de gas, y para algunos sectores más vulnerables ese descuento será del 50%. En principio parece una buena noticia: los chivilcoyanos, y medio país desde el centro hacia el sur, pagaremos menos por el gas.
Sin embargo, lo que pocos políticos parecen entender, es que la energía tiene un costo de producción como cualquier otro bien o servicio y que, si nosotros dejamos de pagar una parte, la diferencia a alguien se la van a tener que cobrar. Específicamente en este caso, el subsidio a nuestras tarifas se va a solventar con un precio mayor para el resto de los habitantes, cuya región no está incluida en el régimen (como los chaqueños, misioneros, porteños y quienes viven en el conurbano bonaerense, entre otras regiones). También las usinas, donde se genera la energía eléctrica, y las industrias pagarán más caro el gas.
Claramente esta medida es una muestra más del populismo insostenible del que se valen nuestros dirigentes con la billetera del Estado desde hace mucho tiempo y especialmente en años electorales como éste.
Cuando digo “populismo insostenible” lo hago frente a la clara evidencia de que estamos ante una medida que no fue fundada en datos ni proyecciones económicas, como debería esperarse en la aplicación de cualquier política pública.
A continuación, enumero los fundamentos en contra de una ley como la que se votó. Primero: tanto a Chivilcoy, como a muchas ciudades del sur de Córdoba, Santa Fe, San Luis y del norte de Buenos Aires, no podríamos considerarlas “zonas frías” si analizamos sus temperaturas medias (en nuestra ciudad, por ejemplo, en los meses de invierno es de 11 grados centígrado). Segundo: estudios como el de Gil y Prieto (2013) han demostrado que a iguales temperaturas en las zonas donde había subsidio se consumía el doble de gas, o sea que la gente sobre-utiliza este recurso cuando es más barato. Por esta vía se fomenta el consumo de un combustible fósil a contramano de las políticas de utilización de “energía limpia” que se pregonan en el resto del mundo. Tercero: se trata de un subsidio pro-rico, ya que se concentra en las zonas de mayor ingreso del país y deja afuera las regiones donde hay mayores niveles de pobreza (NEA y Conurbano), así como también excluye a las personas que no cuentan con acceso a la red de gas natural. Para graficarlo de modo explícito: un consumo residencial en Chivilcoy de 230 m3 que hoy abona $3.800 (de los cuales $1.000 son impuestos) pasará a pagar $2.650, mientras que un vecino que no tiene gas natural y debe cubrir esa necesidad comprando una garrafa tiene que abonar más de $9.000 para llegar a los 230 m3.
Tenemos un país con 10% de desempleo, 42% de pobreza y un Estado quebrado. Con este contexto, las políticas públicas en materia energética deberían desalentar el uso excesivo de gas en los hogares, garantizar el gas en las industrias (priorizando la producción y la generación de empleo) y fomentar el uso de energías renovables. Y si aun así se quisiera bajar la tarifa de gas en los hogares, se podrían reducir los impuestos (que en el caso residencial llegan a un 25%), dirigir los subsidios para quienes no tienen gas natural e invertir en la ampliación de la red.
El gas tiene un costo de extracción, de tratamiento, de transporte y de distribución. Lo que necesitamos en nuestro país es más producción, más empleo, impuestos razonables y mayores ingresos para poder pagar una factura sin que el Estado nos tenga que regalar nada.