De peatones y caranchos…

En los últimos días, dos hechos acaecidos en la ciudad, acicatearon mi necesidad de decir algo al respecto. El más fuerte fue el fallecimiento de un ciclista de 76 años, que colisionó con una moto al pretender cruzar una avenida. El otro hecho, la denuncia realizada por la Policía Comunal por “hostigamiento y amenazas” a un presunto abogado, hecho que fue confirmado por el Comisario Joselino Báez a este medio e instaló el tema de los “caranchos”, como comúnmente se denomina a esta actividad.

“El tránsito de esta ciudad es un desastre”, esta frase la hemos escuchado proveniente de los distintos actores de esta problemática que parece no tener solución en nuestra ciudad. Sin solución de continuidad la he escuchado de labios de remiseros, conductores comunes, camioneros, motociclistas conscientes y de los otros, ciclistas y peatones que ponen lo suyo para que el tránsito de Chivilcoy sea enredado e imprevisible como un “puñao de lombrices”.

Dentro del estudio del flujo de tránsito vehicular, se pueden estudiar diversos fenómenos relacionados, como pueden ser: la congestión vehicular, que en nuestra ciudad se da sólo en horarios muy específicos; los cruces en avenidas; el mal uso de semáforos; autos estacionados sobre las veredas, motos que transitan con total desaprensión a las mínimas reglas, y todo esto confluye en un combo que genera una cantidad no debidamente mensurada de accidentes de tránsito. Además factores como la alcoholemia, el uso del celular mientras se conduce, el no uso del casco,  la sobrecarga de pasajeros en motos –he visto hasta mujeres dándole el pecho a sus hijos-, el poco y casi nulo uso del cinturón de seguridad, un flagrante mal uso del espacio público, que sufrimos especialmente los peatones, constituyen un manual del abuso y la desidia que se fundamentan en un total destrato hacia los propios semejantes.

Esto pasa. Lo veo todos los días. Más allá  de lo poco o de lo mucho que se pueda hacer para paliar al menos una problemática que, desgraciadamente cuesta vidas humanas.

Como ciudadano común y peatón empedernido no he visto en muchísimos años y no veo ahora, una campaña seria, sostenida en el tiempo, con acciones directas y efectivas, debidamente comunicadas para, por lo menos, paliar los tristes y –a veces irreparables- efectos y daños colaterales que producen los accidentes de tránsito.

Por si fuera poco… también hay caranchos

El domingo 22 de noviembre de 2015, en una interesante y valiente nota, el Dr. Martín Zaccardi, se refería a los “caranchos”. En ella, expresaba: “Práctica tan extendida como inmoral resulta la aparición de "abogados” –mejor dicho pseudo abogados- y/o aspirantes a letrados y/o sus punteros, instantes después de ocurrido un accidente, sea laboral o de tránsito, con la intencionalidad de captar ilegal e inmoralmente "el caso” asediando sin escrúpulos a las víctimas y sus familiares sin importarle en mínimo sus pesares. Usualmente provistos de la logística e información que les proporcionan sus "socios rentados” (determinados polícias, médicos, camilleros, etc.) que trabajan en instituciones oficiales y que merecen el mismo repudio (práctica que también se verifica en distintas reparticiones estatales cuyos funcionarios derivan asuntos jurídicos a sus socios en sus estudios).  Las prácticas aludidas son llevadas a cabo y dirigidas por verdaderos "caranchos” con matrícula –pues no merecen ser llamados abogados-, que buscan sacar provechosas ganancias a partir de un desgraciado siniestro vial y/o laboral”.

Otra fuente judicial que me reservo, en coincidencia con lo antedicho, expresaba que el modus operandi, consistiría en brindar asesoramiento primario a las víctimas de accidentes y sus familiares, fundado ello, en la captación ilegítima de clientes de los abogados popularmente conocidos como “caranchos”. Para ello, abonan “sueldos” en conceptos preindemnizatorios, para que los clientes firmen los convenios de honorarios o peor aún compran los procesos, con cesión de derechos litigiosos, donde se adhieren los escribanos en esta cadena delictiva.  Cabe aclarar, que “no son sólo abogados, sino que también hay punteros de estudios jurídicos, médicos, camilleros, enfermeros y policías, en una cadena de complicidades”. Apenas sucedido el accidente, el primero que se entera es el médico, el camillero, el enfermero o el policía, que entonces llaman a un estudio de abogados, de ahí se comunican con el carancho y luego él o un puntero suyo se presentan en el hospital, obteniendo el consentimiento del “cliente” mediante ardides ya mencionados.

Es sencillo percibir, que el oportunismo es la clave. Quien acaba de sufrir un accidente o el familiar de aquel que, dentro del nosocomio, se debate entre la vida y la muerte se encuentra en un estado de vulnerabilidad que deja abiertas las puertas para los profesionales de esta modalidad ilegítima de representación legal.

Otra cosa importante, es que muchas veces les hacen firmar poderes para poder actuar, diciéndole que tiene que ser ya, antes de las 24 o 48 horas, porque si no después se les va a complicar. Cabe aclarar, que, en realidad, hay mucho tiempo para luego recurrir al abogado de confianza y accionar legalmente, si es que corresponde.