Por Guillermo R. Pinotti

Chivilcoy, el espíritu de la ley y la trampa

domingo, 17 de junio de 2018 · 00:00

Las leyes poseen una letra que consta por escrito,  y un espíritu, que es lo que motivó a quienes la crearon  a dictarla. Muchas veces esa finalidad no está muy clara, pudiendo la interpretación que se haga posteriormente diferir de lo ha querido plasmar el legislador. Conocer la verdadera intención del legislador a veces no es tarea fácil, sobre todo si la imaginación para sacar réditos de ciertas circunstancias está sobrevalorada. Y la búsqueda del equilibrio: Lo que se puede hacer y lo que se debe hacer; lo que se permite hacer y lo que corresponde hacer; lo que la conciencia indica y lo que la conveniencia marca. Conveniencias individuales y conveniencias partidarias o sectoriales.

La obra de Montesquieu “El espíritu de las leyes” de mediados del siglo XVIII, sentó el principio de la división de poderes como garantía contra la opresión, distinguió formas de gobierno, y consideró el espíritu o razón de ser de las leyes, siendo las humanas una creación social  adaptadas a las costumbres de cada sociedad y su contexto histórico y geográfico.

Se dieron las circunstancias para que se ordenen variables para el gusto del ejecutivo municipal de Chivilcoy, algunos  por renuncias bien justificadas, otros por licencias.  Otros por entregas y otras por negociaciones a escondidas; de tal forma que ahora sí posee el buscado bloque sumiso levantamanos oficialista al mejor estilo juyimorista, acompañado de voluntades compradas. Porque en este perfil de gestión – a no equivocarse – nada sale gratis, y todo se compra de una manera u otra.  Por eso el pueblo debe informarse y conocer, y también tener memoria. Más para la juventud que debe aprender que las formas en que se hacen las cosas son muy importantes. Como rezaba un viejo tango: “No es lo mismo un beso que se compra que un beso que se da”.

Debe sumarse a esto la probable remoción de las autoridades del Honorable Concejo Deliberante. Lo que se puede hacer y lo que se debe hacer; lo que se permite hacer y lo que corresponde hacer; lo que la conciencia indica y lo que la conveniencia marca.

Toda ley representa un valor, y como tal, cada ley es un medio para un fin, es decir, sirve para organizar la sociedad en torno de valores comunes. Vista así, la ley es un medio para la realización de su espíritu o valor que la origina. Por lo tanto, el respeto por la ley no es sólo el correctivo que su incumplimiento provoque, sino también convicción y reafirmación del valor que la sostiene y respalda. En nuestra sociedad las leyes deben respetarse por los valores que representan,  poniendo en marcha un proceso de educación en los valores comunes y de coherencia de vida en la práctica de los mismos.

Montesquieu publica en 1748 “El espíritu de las leyes” y habla de los conceptos de poder ejecutivo, poder legislativo y poder judicial pero, sobre todo, de la relación de los tres. Montesquieu rechaza las teorías absolutistas en las que una persona debería concentrarlos todos en su figura y apuesta por un “equilibrio de poderes”. Este se debería producir de manera muy sencilla, donde cada uno de los poderes controle al otro y todos se controlen entre sí. Esto en la teoría comprensible, funcionalmente en democracias del 2018, y desde municipios en Argentina, no es tenido en cuenta, y las actitudes intrusivas desde funciones ejecutivas hacia concejo deliberante son moneda corriente. No es tenido en cuenta “el espíritu de la ley”, sino intereses sectoriales, subestimando también el interés principal que es el del pueblo. Las formas son importantes. Lo que la conciencia indica no es lo mismo que lo que la conveniencia marca. Y no es lo mismo “el espíritu de la ley” que “hecha la ley, hecha la trampa”. Que el pueblo de Chivilcoy lo sepa.

Guillermo R. Pinotti.

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