Opinión

Sólo 23 meses

domingo, 26 de noviembre de 2017 · 00:00

Ahora viene la mayor resistencia. La de frenar el deterioro laboral, jubilatorio y todo andamiaje orgulloso de un estado de bienestar inédito en Latinoamérica. Justamente, los amantes y defensores de una sociedad más justa e igualitaria, creemos en cada conquista social y en todas las prerrogativas que permiten equilibrar un poco, esta balanza desigual tan ultrajante que se llama capitalismo.

Algunas de mis novelas ocurren en los países nórdicos. Cuando estudié su cultura, sus patrones sociales y sus matrices de convivencia, me encontré con un dato curioso. Desde hace décadas hay como unas “páginas amarillas” en donde cada persona transparenta cuánto gana por año. Es algo obligatorio y tiene el formato de un nutrido compendio de la economía familiar compartida. Es decir, es un documento social y público (hoy en internet) que anuda el valor monetario de cada privado. ¿Sabés por qué existe este informe anual? Porque a los daneses, por ejemplo, no les parece bien que alguien en sus comunidades gane mucho dinero. No está bien visto que un ciudadano gane exorbitantemente más que otro. El sueño de una comunidad sin violencias y sin rencores de clase se apoya en un mandato colectivo que busca igualar oportunidades y desempeños.

Volviendo al presente argentino, cada vez más los gobiernos neoliberales vienen a amplificar la grieta. Sí, la verdadera grieta que más nos preocupa a los militantes: las diferencias cada vez más abismales entre trabajadores con menos oportunidades de instrucción y los siempre “beneficiados por el sistema” que como yo, por ejemplo, nacimos en cuna de oro. Los que tuvimos la suerte de tomar agua potable, un hogar cálido y fresco según las estaciones, proteínas y vitaminas todo el año y medicina a tiempo; somos los que reproducimos humanos confortables, mientras también se van reproduciendo compatriotas con nulas chances de encontrar las mínimas felicidades materiales que todos merecemos.

Los combustibles, sólo por nombrar uno de los miles de ejemplos que componen la grieta, se convierte en un líquido cada vez más limitante del desarrollo colectivo. Cada vez las familias vulneradas salen menos en moto y sus autos viejos y reciclados, ya quedan abandonados en los fondos de la tristeza. Cada vez se mueven y gozan menos de los espacios públicos, laborales y vacacionales que sí ocupan “como si nada” los que pueden sostenerse en un modelo regresivo, pero apoyados en sus formaciones y oportunidades de clase.

Pero lo más indignante no es el 40 por ciento de votos que obtuvo la coalición gobernante, conformada por gente de pensamiento de derecha y radicales traidores e inescrupulosos, lo peor es que los que votaron a otras corrientes del campo popular dividiendo la fuerza, fueron funcionales a este gobierno nacional que viene por todo.

“No hay neoliberalismo sin traición” dice el maestro Gustavo Campana, y cuánta razón tiene. Hay compañeros militantes que gozan mirándose el ombligo, como un acto obsceno de autosatisfacción, caiga la clase obrera que caiga. Después lloran y se camuflan en las marchas cuando regresan los gobiernos populares. Por eso basta de dividirnos para que reinen los lobos. Basta de comerse el verso del mesías Massa, De Narváez, Randazzo o como se llame el próximo candidato que quieran que compremos. El 60% que estamos de este lado tenemos que privilegiar siempre la unión. Ese cuerpo sólido de 10 valores fundamentales. Ni 15 ni 20, 10. Sólo 10 valores que nos unan. Estar unidos no significa copular ni creer que somos familia. Somos, apenas, unos 20 millones de argentinos unidos por el espanto.

Faltan tan sólo 23 meses para un nuevo escrutinio. Nada.

Seguimos resistiendo.

 

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