“Hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez…”
Nunca cambies tu libertad por tranquilidad o bonanza económica, me dijo mi padre un día y no me resigno a dejar de soñar que puede ser posible, aún si tenemos presente que el dinero se ha transformado en un arma muy peligrosa, sobre todo, cuando la política, el narcotráfico o la corrupción son los gatillos.
En "Ensayo sobre la lucidez", Saramago se fijó en que, lamentablemente, no estamos todos lúcidos y más bien nos dirigimos hacia la ignorancia y que, además, hemos perdido la capacidad de indignación. Entiendo que se refiere a la indignación como el hondón germinal donde bullen las grandes rebeliones de la humanidad y no a la indignación que nos producen hechos fortuitos y personales.
Para que pueda crecer en nuestros corazones, la sensación de que valemos por lo que somos y no por lo que tenemos.
Para que crezca en nuestras almas la seguridad de que podemos tratar a los señores de esta época: el poder y el dinero, como lo que realmente son: dos impostores que nos complican la vida.
Aplaudamos todo lo que merece ser aplaudido, pero también reflexionemos sobre qué poca pelota le damos a los orígenes de las cosas que nos suceden.
Aunque muchos no quieran reconocerlo tenemos que coincidir con Galeano cuando cita en "Las venas abiertas de América latina”, a la Proclama insurrecional de la Junta Tuitiva en la ciudad de La Paz, 16 de julio de 1809, "... Hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez ...", fijémonos bien, entonces, de no repetir historias de final anunciado. Por el bien de todos.
El poder existe. Pero recuerden siempre aquello de que "sólo la dignidad es más fuerte que el poder".
El dinero también existe y condiciona, sobre todo en sociedades como la nuestra capaz de mirar lo que nos está sucediendo –ecológicamente hablando- y poner cara de pelotudos, escudados en la tranquilidad de que todavía nos quedan algunos años medianamente llevaderos. Si sabemos evitar que tanto el dinero por el dinero en sí mismo, como el poder por el poder, sean el motivo de nuestras vidas, estaremos ganando la batalla, estaremos dejando a nuestros hijos lo mejor que un ser humano puede dejarles. Su ejemplo.
Empezaremos así a vislumbrar a las mujeres y a los hombres del futuro.
Pero tengamos primero en claro, ¿cuál es el futuro que queremos vivir? ¿Cuál es el futuro que queremos que vivan nuestros hijos?
Si no damos vuelta la cara, si el problema del otro comienza a ser nuestro problema; si cobran sentido palabras como solidaridad, integridad, principios, valentía para reconocer y enrostrar errores; si vencemos el temor al qué dirán, llegará el día en que la palabra honestidad la usen los honestos, y se pueda reconocer en la mirada de los hombres y mujeres, en la emoción y en la conciencia de cada uno de nosotros y deje de ser bastardeada en boca de tantos mal intencionados. Pero simpáticos; eso sí.
Pongámonos el alma que va a llegar el día y cuando llegue ese día la construcción deberá ser colectiva, pero no como aquellos que la usan como discurso; el itinerario deberá salir de las necesidades reales de los desposeídos y no de las apetencias de los que los conducen. No nos fue nada bien con los mesías y los iluminados, intentemos el camino de la lucha en paz, pongamos las banderas del pueblo donde deben estar, al frente de esa lucha; esas banderas que son eternas, que vienen desde hace más de cinco siglos de oprobio y caminemos. Exijamos.
Recordemos siempre que aún cuando somos culpables de haber callado tantas cosas, siempre estamos a tiempo. No esperemos que nadie dirija nuestros olvidos y perdones; Julio López y, sobre todo, Estela Mena, deben permanecer en nuestra memoria y ser el comienzo de una lucha que va más allá de la ciudad y la aldea.
Si no levantamos nuestra voz ante cada injusticia, seremos sólo espectadores de la vida y recojeremos las migajas que nos regalen los pillos, sus alcahuetes y bufones.
Y lo que es peor amigos míos, quedará muy poco por lo que valga la pena VIVIR y ser FELIZ.
Luis Rositto