Dr. Ariel Franetovich

lunes, 22 de octubre de 2007 · 01:12

El intendente de la esperanza

Llegó al cargo de intendente en un momento político muy especial para nuestra ciudad; tanto que algunos consideran que los chivilcoyanos tenemos una oportunidad única para el despegue de nuestra ciudad. Quienes así se expresan, admiten que en otros tiempos se dieron circunstancias favorables para nuestro distrito, pero inmediatamente reconocen que "nunca como ahora", ya que Nación, Provincia y Municipio, están gobernados por el mismo partido político. Pero además, en los tres niveles de la conducción hay chivilcoyanos que no olvidan su terruño natal. Por eso, el Dr. Ariel Fabián Franetovich ("Ariel", para quienes lo tratan diariamente), se ha constituido en poco menos que "el intendente de la esperanza". Y podrá concretar esa esperanza en la medida que comience a hacer realidad los sueños de quienes desean ver a un Chivilcoy pujante, grande, desarrollado, con crecimiento sostenido y con trabajo para sus hijos.

Franetovich, de 41 años de edad (nació en San Fernando, provincia de Buenos Aires, el 26 de febrero de 1963), asegura contar con el empuje, la voluntad y las ganas necesarias para "transformar" Chivilcoy. Y quien habla con él percibe esa sensación de seguridad. Incluso se siente seguro cuando responde a aquellos que lo califican de "peronista advenedizo" y comienza a recordar su amistad con la familia Randazzo que viene desde la niñez; su posterior relación con el entonces intendente Jorge Juancorena y las tardes de "mateada" en el Estudio Jurídico del Dr. Alfredo Dorrego, junto al Ing. Juan "Togo" Randazzo (el padre de Florencio). Si bien desde chico le interesaron las cuestiones políticas, a partir de ese momento se comenzó a interesar mucho más.



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Luego de transcurridos algunos años, y después de haber estado en un Juzgado en Pergamino y ser director de Tránsito en la Municipalidad de Chivilcoy, es designado juez de Paz Letrado del Partido de Chivilcoy. Reconoce que llegar a juez en una ciudad que no es cabecera departamental y donde hay un solo juez, es como "tocar el cielo con las manos". Sin embargo, cuando todo hacía suponer que con el correr de los años se podía llegar a jubilar como magistrado, decidió renunciar a todo eso y comenzar todo de nuevo. Después de varias conversaciones con Florencio Randazzo (por entonces diputado provincial) decide ingresar de lleno a la política (aunque se afilió en 1980 e integró varias listas de candidatos, cediendo posteriormente su lugar a otros postulantes) y encabeza la nómina de candidatos a concejales por el PJ. El electorado lo acompaña y en los comicios de 2001, llega al Concejo y es elegido presidente. Desde ahí, comienza su campaña para los comicios de 2003, donde es electo intendente municipal. Y ya intendente, en cada conversación, en cada mensaje, en cada mano a mano con "un compañero", siempre tiene a flor de labio, su palabra de reconocimiento y agradecimiento para Florencio Randazzo. "En lo profesional y en lo personal, prácticamente él ha sido todo para mí", dice reiteradamente.

En lo político e institucional, Franetovich no oculta nada. Es tal como se lo ve. Impulsivo; frontal, ejecutivo. Tiene poco de político, si a las actitudes o gestos políticos, se los mide con la misma vara que hay que medir lo que se denomina "diplomacia". Es decir, tratar de actuar sin molestar o, por lo menos, midiendo las consecuencias de esos actos, para no herir susceptibilidades. Nada de esto es esperable en Franetovich. A algunos puede llegar a molestarles. Otros, en cambio, consideran que así debe ser un hombre público; frontal, sin medias tintas, sin esconder nada, que afronte los problemas y "dé la cara". Trata de imponer su estilo y para ello convoca a sus funcionarios en su despacho; viaja a La Plata o a Buenos Aires, cuantas veces sean necesarias casa semana; recorre los barrios; supervisa personalmente algunas obras; pide explicaciones; ordena; le reclama a su equipo de Gobierno compromiso, trabajo y honestidad. Trabaja muchas horas al día. Aunque no lo dice, sabe que está ante un momento histórico y no quiere desaprovecharlo. Intuye que las miradas de los chivilcoyanos están puestas sobre sus actitudes, sus gestos, sus acciones. Tiene cuatro años para "cambiar la historia" del distrito. Ya consumió casi uno y algunas señalas positivas se están vislumbrando. De lo que haga de aquí en adelante, durante tres años, dependerá su destino político. La gloria o el ocaso. La fama o el olvido. La posibilidad de la reelección o el oscuro camino del retorno a casa. Tiene todo como para confirmar que es el intendente de la esperanza. De su audacia, no exenta de una cierta dosis de prudencia, depende. Por supuesto, en una Argentina impredecible, también hay otros factores de importancia que inciden en los resultados de una gestión, pero hoy, todo parece estar en sus manos y "bajo control".


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Pero, ¿cómo es en el ámbito privado este intendente joven, con cara de "duro"? Las cosas en este aspecto parecen cambiar radicalmente. En este plano, es estrictamente reservado. No mezcla a su familia con los hechos políticos y admite estar en deuda con sus amigos y con sus pequeños hijos, porque les resta tiempo; el tiempo que le insume la función pública. Y cuando habla de sus hijos, la frialdad que parece mostrar en su cargo de intendente, se transforma en calidez y cariño y sus ojos llegan a nublarse de la emoción. Estima que les dejará como herencia lo mismo que él recibió de padre cuando murió siendo muy joven: el orgullo que significa el reconocimiento de la gente por la labor desarrollada en vida; que lo recuerden como un gran hombre, pero fundamentalmente, por el testimonio de esfuerzo, de trabajo, de una persona de bien. "El mejor capital que me dejó mi viejo no es lo material, sino que venga un vecino y reconozca a mi padre como un hombre de bien. Eso misma herencia, es la que quiero para mis hijos", dice al asegurar que trabaja para eso y, por el momento, no hay motivos para no creerle.
 

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