Planificación: El gran desafío

Por Luis Borré
lunes, 22 de octubre de 2007 · 00:00


En las postrimerías del siglo XIX y aún en los albores del siglo XX, los dirigentes y quienes tenían las responsabilidades de la Administración (nacional, provincial o municipal) no sólo poseían una visión de los problemas coyunturales -que los habría, y no pocos, dada la situación fundacional de muchas comunidades- sino que también figuraba en sus preocupaciones la proyección hacia el futuro que imaginaban para cada lugar. Así los aspectos educativos, la infraestructura, los servicios, los trazados de distintas ciudades a lo largo y lo ancho del país, adquirieron una relevancia tal que muchas obras aún hoy, pasados más de cien años, las seguimos disfrutando.

Cuando se imaginó la traza de la ciudad de Chivilcoy sin dudas se pensó en un futuro seguramente, para aquellos pioneros, bastante lejos. La cantidad de habitantes de entonces posiblemente no ameritaría grandes proyectos. Sin embargo no pensaron en la ciudad de sus propios días sino en la que vendría muchos años después, tantos que la mayoría de ellos no llegaría seguramente a verla. Así fue que se diseñó una traza con una plaza principal, de cuatro manzanas, de la que nacen sus cuatros avenidas principales, con un primer anillo de circunvalación, un segundo, un tercero. Dentro del primer anillo se previeron espacios verdes correspondientes (por ese entonces seguramente terrenos en una zona aún despoblada), dando lugar a las distintas plazas que hoy conocemos que no solamente embellecen cada sección urbana sino que también han dado nombre y han contribuido a identificar cada uno de los barrios que se fue conformando en esos distintos sectores. Pero luego de esta planificación (podríamos llamarla sin temor a equivocarnos como fundacional), poco y nada se ha previsto para el futuro. Tal vez por urgencias por un lado y seguramente por falta de visión por el otro, se ha ido atendiendo más la coyuntura que la planificación integral. Así podemos observar que los barrios surgidos de la 'circunvalación para afuera' han tenido -y tienen aún- un crecimiento desordenado donde cada cosa que hace falta se trata de solucionarla en el momento en una suerte de parches contínuos y constantes muy diferentes a aquella planificación primigenia a la que hacíamos referencia. Puede notar el lector que en el sector últimamente mencionado no fueron previstos, salvo algunas honrosas excepciones, los espacios verdes correspondientes. Ya ahora, y en el futuro se notará aún más, todos los nuevos barrios conformados no tendrán plazas, por solamente citar un ejemplo. La pavimentación del primer anillo circunvalatorio se inauguró en 1970. Pasaron 34 años y solamente se han pavimentado dos cuadras de lo que sería el segundo anillo.

Siempre es conveniente recordar (para tener una noción más exacta de cómo hemos sido en los últimos tiempos) lo siguiente. Cuando se inauguró -tal vez como tantos otros edificios- el correspondiente a la Escuela Normal allá en los principios del siglo XX las crónicas de la época se preguntaban si valía la pena destinar una manzana completa con semejante construcción para albergar nada más que a cinco o diez estudiantes del magisterio de aquella época. Sin embargo se hizo. Y aún hoy el edificio -que va a cumplir nada más ni nada menos que cien años- cumple con su finalidad albergando ahora a miles de educandos.

Corolario: No se pensó y no se hizo solamente para la coyuntura. Se hizo con visión de futuro. A cien o más años vista. Y los que vivimos en estos tiempos en Chivilcoy seguimos disfrutando de ésta como de tantas otras realizaciones. La diferencia está dada entre el 'parche diario' y la visión de estratega. Entre lo urgente y lo permanente. Entre solucionar los problemas a medida que se presenten o prever los mismos y adelantarse a ellos con una planificación adecuada.

Tal vez sea hora de retomar en la actualidad aquellos principios que hicieron que nuestros antepasados proyectaran una ciudad aún a sabiendas de que no iban a disfrutarla. Tal vez sea la hora de pensar para adelante sobre la ciudad que queremos más allá de que la veamos o no. Será la hora quizás en que debamos comenzar a pensar en grande, aunque arrecien las críticas, sabedores de que de lo que sepamos o no dejar, nos pedirán cuentas los que vengan. Entre ellos nuestros propios hijos. La hora de hacer ha llegado. Sólo resta que la comunidad toda y fundamentalmente los que tienen la responsabilidad de dirigir entiendan el mensaje. La historia nos habrá de juzgar.

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