Opinión

El espejismo de la perfección

Por Diego Magrini
domingo, 27 de abril de 2025 · 08:00

La creencia popular de que halagar constantemente a los niños fortalece su autoestima es un mito que, lejos de beneficiarlos, puede generar una falsa realidad que perjudica gravemente el desarrollo a largo plazo.

El núcleo del problema radica en la confusión entre autoestima genuina y una autoimagen inflada. La verdadera autoestima se forja en el crisol de la experiencia:  al enfrentar desafíos, superar obstáculos y desarrollar habilidades reales. Los halagos vacíos, por el contrario, crean una burbuja de autocomplacencia que se desinfla con brutal impacto al entrar en contacto con la realidad. Un niño criado bajo la premisa de la perfección, sin haber desarrollado las herramientas para afrontar la frustración o el fracaso, se encontrará desarmado ante las exigencias del mundo adulto, experimentando una profunda desilusión que puede derivar en resentimiento y baja autoestima real.

Este patrón de crianza, a menudo asociado con la figura de la "madre castradora" (un término que abarca también a los padres), revela una problemática más profunda. La sobreprotección y la idealización del hijo pueden ser síntomas de traumas no resueltos, depresiones o la búsqueda de un sentido de vida a través de la dependencia filial. La analogía de la “mesa con varias patas” –pareja, hijos, trabajo, hobbies, amistades– ilustra la necesidad de un equilibrio vital, evitando la concentración excesiva de energía y expectativas en una sola área.

Además, el halago excesivo se presenta como un acto sutil de manipulación. Decirle a un niño "sos perfecto" no es un gesto de amor incondicional, sino una forma de control que lo despoja de su autenticidad y lo convierte en un títere de las expectativas parentales. Esta dinámica de poder, disfrazada de afecto, impide que el niño se conozca a sí mismo, desarrolle su propio criterio y aprenda a lidiar con la crítica constructiva. La consecuencia es una persona insegura, dependiente de la aprobación externa y con dificultades para afrontar la adversidad.

Las consecuencias de esta crianza se extienden a la vida adulta, manifestándose en patrones de relación repetitivos y la elección de parejas que reflejan las dinámicas familiares disfuncionales. La búsqueda de la aprobación y la incapacidad de gestionar la crítica se convierten en obstáculos para construir relaciones sanas y estables.

Comentarios