Opinión
El corazón del progresismo
Por Diego ManusovichMientras la atroz motosierra avanza, la enorme muchedumbre progresista sufre.
Estamos azorados viendo como un tipo descocado achura nuestro Estado.
Nosotros, los grandes defensores del Estado de bienestar, vemos cómo el capitalismo cruel se mofa de nuestras instituciones públicas y nuestros sueños colectivistas. Acérrimamente creemos en todas las formas de encauzar este sistema para lograr equidades y distribuciones lo más razonables posibles. Sabemos que este sistema económico y financiero se desboca fácilmente si los Estados se retiran, dejando un tendal irreversible de pobreza.
Pero hay una fuerte autocrítica para hacer. Los gobiernos nacionales y populares no supieron cuidar, custodiar, proteger y eficientizar esa matriz dedicada al bien común.
Prácticamente, en los últimos 20 años de cambio tecnológico, por ejemplo, el Estado no ha evolucionado como corresponde sus aparatos de gestión. La inmensa cantidad de trabajadores que otrora era indispensable para cumplimentar un servicio de calidad para la sociedad, ha devenido, en algunos casos, en parte ociosa y con falta de formación profesional.
No sé qué tamaño debe tener un Estado moderno, ni cuánta gente tiene que trabajar en cada dependencia. No sé si un área debe aserrarse por completo o mantener un equilibrio que permita la eficiencia razonable a la hora de brindar un servicio público de calidad. Lo que sí sé, es que todos los gobiernos deberían evaluar cada porción de nuestra “institución común” para honrar el esfuerzo que implica su sostenimiento por parte de todos.
Nosotros, el campo nacional y popular en extenso, deberíamos ser los primeros y más importantes custodios de cada porción del Estado. Como en los países nórdicos, en donde el desempeño público es arrolladoramente equitativo y eficiente, nosotros deberíamos “tomografiarlo” día a día para que sea un pilar incuestionable de la Democracia moderna.
No haber liderado este movimiento a tiempo, es cederle ahora esta poda indecente a las hienas libertarias.
Seguimos pensando.-