Opinión
¿Lejísimo?
Por Diego ManusovichSí, claro que sí, uno no puede evitar comparar.
Cuando compramos pan, un chorizo seco, o arreglamos la pinchadura de nuestra bicicleta, no podemos evitar comparar. Examinamos la calidad de la atención, los materiales utilizados y un sinnúmero de atributos conscientes e inconscientes del producto o servicio adquirido.
Hay cotejos simples y otros no tanto: 1 kilo de facturas en tal lugar versus un kilo en otro es una contrastación muy sencilla. Pero ¿podemos comparar diferentes culturas humanas para aprender y reflexionar entre todos? Analizar formas de vida y democracias también es un hábito necesario.
Conocer otras idiosincrasias viajando, leyendo o viendo documentales, suele ser una experiencia reveladora que nos “sube la vara” de la aspiración compartida.
Así, mirar otras latitudes, nos permite imaginar y gestar nuevas ambiciones comunitarias. Por ejemplo: ¿es posible que los ciudadanos auditemos en profundidad nuestros presupuestos municipales?
¿Es posible que cada barrio analice y decida una parte del presupuesto municipal para mejorar sus infraestructuras?
¿Es muy loco pensar en un micro escolar que esté de lunes a viernes llevando organizadamente chicos de escuelas para conocer nuestras fábricas en el parque industrial?
¿Podemos involucrarnos como ciudadanos en la selección, formación, calidad y cantidad de nuestros empleados municipales?
¿Es muy descabellado que la ciudadanía pueda elegir anualmente a qué institución se potencia especialmente? (Por ejemplo la biblioteca pública, el hogar de abrigo o un servicio de leña colectiva para abuelos en situación vulnerable)
Estas iniciativas existen, están, son llevadas a la práctica por municipios inquietos e innovadores que aman la democracia y el desarrollo de sus pueblos.
No puede ser que en pleno 2024 estemos discutiendo en Chivilcoy que una farola pública, a la intemperie, necesita o no mantenimiento.
Seguimos pensando.-