Opinión
Chivilcoy oculto
Por: Diego ManusovichHay un Chivilcoy cotidiano en el que faltan las sendas peatonales, los semáforos están rotos o despintados y las señales que organizan nuestras convivencias viales de velocidad, escuelas y cuidado al prójimo prácticamente no existen.
Cualquier visitante (ni hablar de alguien que viene de otro país) recorre nuestras calles y palpa asombrado el abandono municipal. Reconozco que en el norte de la ciudad se están renovando (luego de décadas de insistir en eso) los carteles indicadores de calle y altura en cada esquina.
Parece mentira, reclamar y reclamar y reclamar cosas tan obvias y simples, no hace más que perder esperanzas en las calidades de la gestión estatal.
Pero hay un Chivilcoy oculto que es fascinante, circula de boca en boca, o en redes, de forma pasional y epopéyica.
Fábricas de cerveza local que logran montar sus instalaciones con sacrificio y esmero. Emprendimientos de alfajores, una esmerada destilería de gin y hasta titanes que están por sembrar vides para producir vino local en algunos años. Desde fábricas de queso extraordinario hasta huertas colectivas que todos los días cosechan hortalizas de calidad a la mitad de precio que en cualquier verdulería con cuenta DNI incluida.
Son parte de una gesta silenciosa que pretende construir una realidad productiva de valor agregado y con una profunda identidad propia.
Son los olvidados del gobierno local que cada vez alumbra con una luz más mortecina. La mayoría de estos emprendedores jamás ha recibido ni siquiera una visita de las autoridades municipales. No hablo de visibilizar sus productos para el consumo interno de todos nosotros (que a esta altura parece una idea extremadamente lejana) no, hablo de darles ánimo y ofrecerles alguna idea, maquinaria o infraestructura estatal (que somos todos nosotros haciendo fuerza con nuestros impuestos) para ayudarlos a que puedan desarrollarse.
La existencia de emprendimientos locales trae conocimientos, recursos materiales y empleo.
¿Nada más?
Seguimos pensando.