Opinión
¿Cómo hace 100 años?
Por Diego ManusovichEstudié en la UBA, me llevó más tiempo de lo que hubiese deseado, pero en los últimos años de cursada, ya vivía en Chivilcoy, trabajaba intensamente y tenía una hija. La propuesta académica de mi carrera, Ciencias de la Educación, siempre fue de enorme potencia científica: textos de vanguardia y docentes de gran nivel forjaron cada materia. A pesar de haber convivido con infraestructuras difíciles (baños casi siempre rotos, aseos deficientes y escasez de recursos tecnológicos) el nivel de debate con autores de renombre fue la brillante luz que permitió parir un “profesional” desde aquel jovencito inquieto salido de la secundaria.
Es cierto que la gratuidad universitaria es un servicio extraordinariamente justo para todo aquel con deseos de continuar sus estudios, pero hay costos “asociados” que también deberían democratizarse. La compra de apuntes, los viajes a las unidades académicas, la comida, el alojamiento, todos ellos implican un filtro enorme a la hora de sostener los estudios de grado.
Entonces, a pesar de que la carrera universitaria no se logra solo y gracias a la “gratuidad” de la casa de estudios, esta ventaja resulta prodigiosa e inédita en nuestra región.
La gran cantidad de profesionales que sin esa posibilidad no hubiésemos podido graduarnos (cualquier universidad privada cuesta entre 180 mil y 1 millón de pesos mensuales), habla a las claras de un país con amplias clases medias insertas en miles de pueblos y ciudades de todo el país.
¿Cómo es posible entonces que a este gobierno jodido se le ocurra empobrecer aún más a nuestros queridos y respetados docentes universitarios desalentando el prestigio cosechado durante décadas?
Un buen y extendido y accesible sistema de educación superior permite el progreso económico general y el desarrollo del pensamiento científico en un país.
¿Tenemos que discutir esto nuevamente como hace 100 años?
Seguimos pensando.-