Opinión
Una esperanza global
Por Diego Manusovich (*)La semana pasada Lula y Joe Biden lanzaron la Asociación por los Derechos de los Trabajadores que representa un acuerdo político inédito en defensa del movimiento obrero, el rol de los sindicatos y la lucha global por el trabajo decente.
Ambos gobiernos afirman: "Los trabajadores construyeron nuestros países, desde la infraestructura más básica y servicios críticos, hasta la educación de nuestros jóvenes, el cuidado de nuestros ancianos y nuestras tecnologías más avanzadas. Los trabajadores y sus sindicatos han luchado por la protección en el lugar de trabajo, la justicia en la economía y la democracia en nuestras sociedades; están en el corazón de las economías dinámicas y del mundo saludable y sostenible que buscamos construir para nuestros hijos"
En medio de la volcánica marea neoliberal, racista y financiera, poner en el centro de la agenda al trabajo, es una noticia esperanzadora. Desde los paraísos fiscales y las guaridas para chorros de guante blanco, hasta la pauperización de las condiciones de trabajo como factor opresor de este capitalismo; revitalizar el rol de los trabajadores como los “constructores reales de este mundo material” es un giro global que entusiasma.
En los últimos 40 años el eje de la maldad humana pasó por estrujar a más no poder el medioambiente, lograr los mejores rindes financieros a costa de empobrecer trabajadores, estimular cualquier innovación tecnológica a pesar de que cada comodidad de algunos, representara un despido para otros...
Tal vez la alerta planetaria del cambio climático (demorada, ninguneada, ralentizada) sea semejante a esta otra visión de las precarizaciones laborales (invisibilizadas, demonizadas, estigmatizadas) que ahora pueden convertirse en la esperanza de este nuevo siglo. Que el país adalid del capitalismo hable de derechos de los trabajadores y su sindicalización colectiva parece un giro de época trascendente. Veremos qué germina de todo esto en el futuro.
Mientras tanto, urge salvar el planeta y salvar a su gente trabajadora del autoexterminio humano. Paradojas de una civilización compleja repleta de tensiones… y esperanzas.
(*) Dedico la columna de hoy al amado periodista de Página 12 y Radio Nacional Mario Wainfeld que falleció esta semana. Sus análisis políticos nos permitieron contemplar la realidad con ojos nítidos y éticos.
Seguimos pensando.