Gastar lo que no tenemos
Dilapidar recursos del Estado puede, en ciertos casos, no ser ilegal, pero claramente no es ético y decididamente es inmoral.Una de las peores noticias del mes fue el anuncio de Indec, que daba cuenta de que las exportaciones del primer semestre cayeron 24,5% y que junio, medido contra el mismo mes del año pasado, registró una caída del 35.4 %
El catastrófico descenso se explicaría, en gran parte, por la inusual sequía que azotó a nuestro país y que afectó a toda la actividad agrícola, en especial de la zona núcleo, y que terminó por reflejarse en el balance negativo del comercio exterior de la primera parte del año, con un déficit de 4.387 millones de dólares.
Esta brutal caída de las exportaciones, la falta de financiamiento externo y la justificada desconfianza en nuestra moneda, que hace que gran parte de los pesos que sobran de nuestra economía se refugien en el dólar, lograron que el billete norteamericano sea un bien cada vez más escaso y valorado, además de haberse convertido un refugio de valor para los ahorros de todos los argentinos que aún tienen algún excedente de dinero y alguna capacidad de ahorro y por supuesto no confían, debido a su lamentable historia, en nuestra moneda nacional.
En medio de este descalabro económico y financiero, el ministro de economía y precandidato a presidente, tuvo que viajar a estados Unidos para para pedirle dólares al FMI para pagar los vencimientos que el país acumula con ese organismo, al mismo tiempo que presentan el nuevo y renovado billete de 1.000 pesos con la cara de San Martín y empiezan a aparecer los también nuevos billetes de 2.000 pesos, presentados hace alguna semanas.
Uno tiene un valor aproximado de solamente 2 dólares y el otro de 4 dólares.
Lo peor de todo es que tuvieron que mandarlos a imprimir a 5 países diferentes porque nuestra Casa de la Moneda no tiene capacidad suficiente para hacer semejante volumen de dinero.
Por supuesto, las facturas por el costo de impresión de esta enorme cantidad de billetes hay que pagarlos en dólares que no tenemos. Y son muchos millones.
No hay que ser un economista graduado en Harvard para darse cuenta que se necesitan billetes de 5.000, 10.000 y de 20.000 pesos y hasta 50.000 que serían el equivalente a uno 95 dólares de hoy y que no hacerlo implica un gasto de entre 10 y 20 veces más alto del que debería.
La emisión de papel de mayor denominación solucionaría, además el problema de la capacidad de los cajeros automáticos y las colas que en ellos se generan; evitarían el alquiler, por parte de las entidades bancarias, de grandes depósitos para guardar los pesos que ya nadie quiere porque no valen nada.
¿Cuál es el motivo por el que no se hace?, algunos dicen que es un capricho de la vicepresidenta para no reconocer la inflación, otros que es para obligar a la gente a bancarizarse, lo cierto es que, ya sea un capricho o un plan orquestado, no está dando resultados. El costo lo pagamos con dólares que nos faltan en remedios e insumos médicos, en asistencia alimentaria o en productos básicos necesarios para que nuestras fábricas puedan aumentar su producción y sus exportaciones.
Para muestra basta un botón, y este es sólo uno de los tantos gastos que podrían evitarse y demostrar austeridad en el manejo de los fondos públicos.
Desgraciadamente, nos hemos acostumbrado a que nuestros gobernantes, en todos los niveles, malgasten el dinero de nuestros impuestos con total impunidad. Ya nada asombra.