Opinón
El hartazgo y la indignación de una sociedad
Lo que sucedió esta semana con el ministro de seguridad de la Provincia, más allá que es un deplorable hecho de violencia, demuestra claramente, la creciente indignación de la gente con los políticos que nos han gobernado los últimos años.
El asesinato del colectivero a un mes de jubilarse, fue el detonante y una muestra de lo que podría suceder si nuestra clase dirigente no deja de pensar sólo en sus bolsillos y empieza a pensar en el bien común.
Argentina ha sido siempre un pueblo manso que ha soportado dictaduras y revolucionarios en silencio, ha soportado la corrupción en todos los niveles del Estado mirando para otro lado, y hemos visto enriquecerse a cientos de políticos sin ninguna consecuencia
Después de muchas décadas de estancamiento, de ver como los países vecinos crecen; de ver cómo nuestros hijos buscan otros horizontes para desarrollarse en paz, sin tener miedo que los maten por un par de zapatillas o un celular; después de ver despilfarrar dineros públicos en obras inconclusas, en planes eternos, en burocracia, en pagar favores, creo que la ciudadanía está empezando a decir basta. Que este no es el camino.
Llegó el momento en que debemos exigir que si una autopista es anunciada, debe construirse; que si se prometen viviendas, deben entregarse; que si proclamamos que vamos a donar el sueldo, debe donarse; que si hay inseguridad, debe reconocerse; que si se inaugura, es porque ya se puede usar; que si se toma más personal, se debe brindar más servicios; que si se aumentan o se crean impuestos nuevos, deben tener una contraprestación; y si se roba, el destino final debe ser, inexorablemente, la cárcel.
Llegó el momento de que la mentira no sea descalificada con otra mentira, de que la Justicia actúe de manera que sus fallos no sean sospechados y que los que roban o malgastan los dineros públicos en obras que se empiezan y no se terminan sufran las consecuencias, llegó el momento en el que no se puede seguir justificando errores propios, porque los errores de los otros fueron peores.
Debemos recuperar la ética, el valor de la palabra. Prometer y cumplir. Cuidar los intereses de los contribuyentes y ayudar a los necesitados, no a los parientes y amigos. Nombrar funcionarios probos e idóneos, no a militantes y obsecuentes sin ningún mérito.
Son muchos años de marchas y contramarchas y los resultados han sido nefastos; más pobreza, más inseguridad, más inflación, menos educación y menos salud. Ningún indicador hace pensar que estamos en el camino correcto y haciendo lo mismo no podemos esperar resultados distintos.
Necesitamos políticos que se pongan de acuerdo cuando está en juego el bien común, no cuando se trata de crear o aumentar impuestos. Necesitamos políticos que piensen en la gente y también en los contribuyentes. Necesitamos políticos que antepongan los intereses del pueblo a sus profundos bolsillos.
La sociedad está exhausta, cansada, indignada y enojada. Lo de Berni puede ser, sólo el botón de la muestra.