Opinión
La Esperanza… siempre la esperanza
Por: Dr. Leandro CrespiEl pasado 19 de noviembre llegué a los 65 años y, como si fuera poco, hubo que optar por uno de los dos candidatos a presidente que llegaron a la segunda vuelta.
Me costó el voto, fue muy difícil pero lo más importante pasó después de las 18 horas.
Se cerró la votación y todos nos pusimos a escuchar y a mirar por los medios, cuáles eran los cómputos y los resultados.
Fue muy bueno que el candidato perdedor reconociese pronto el resultado, allanando el suspenso para el conjunto de la sociedad toda.
Hoy, que tenemos nuevo presidente, debemos analizar y colaborar para que las cosas mejoren para bien de todos.
El presidente Javier Milei tuvo un sorprendente apoyo del 56% a lo largo y a lo ancho de todo el País.
Su gobierno a través de tan sólo ocho ministerios ejecutará las políticas para poner en marcha un País que viene mal. Un País que necesita de todos para alejarse de la postración y de la inacción.
Justamente hace cuarenta años, otro candidato, el presidente Raúl Alfonsín, ponía en marcha un sistema democrático que con sus fallas e imperfecciones tuvo sus logros políticos y sociales. Entre los primeros el Tratado de Paz con la República de Chile y la ley de divorcio vincular en la segunda.
Él mismo, decía una democracia acotada, imperfecta y con vicios que debían ser erradicados.
El politólogo Isidoro Cheresky expresó que la ciudadanía es muy diversa. Hablar de crisis de representación sería un enunciado breve. Para los ciudadanos, quienes ejercen funciones públicas, están en las cúpulas o en el interior de dispositivos organizacionales, tienen beneficios excesivos aunque sean legales. Y está la corrupción en el caso Chocolate en la Legislatura de la provincia de Buenos Aires. Frente a ello, la ausencia de reacción para avanzar en la cadena de mandos. Hay una actitud de ajenidad –expresa Isidoro Cheresky- con la magnitud del escándalo como en el “caso Insaurralde”.
El impacto que produce en la sociedad la magnitud de la apropiación de los fondos públicos.
Por alguna razón a nosotros nos cuesta más aprender cosas que en otras latitudes y vecindades del mundo funcionan hace mucho: Un sistema de gobierno democrático, una justicia para todos y con la misma vara también para todos, una economía con estabilidad…
De nosotros depende si seguimos discutiendo en el malacate del subdesarrollo o si nos ponemos a la obra de una sociedad más justa, más soberana, con crecimiento económico y de respeto al prójimo.