Por Samantha San Romé (*)
Nuestra libertad no entra en su boleta
Sobre Milei y el discurso machistaHace una semana, un referente local de La Libertad Avanza llamó a votar a Javier Milei en nombre de los principios del cristianismo y los valores morales, oponiéndose al derecho al aborto legal, seguro y gratuito, la identidad de género, los movimientos LGBTIQ+, la ESI y el lenguaje inclusivo, entre otros derechos incuestionables y llamando a unirse a las fuerzas del cielo cuando su propio candidato a presidente llamó al Papa Francisco “el maligno” sobre la tierra.
Su nota no sólo invisibiliza los movimientos más influyentes que impulsaron las transformaciones más importantes de los últimos años, sino que desinforma y desconoce su relevancia histórica a nivel mundial y su impacto local.
La Ley de Educación Sexual Integral (ESI), en vigencia desde el año 2006, es un derecho que rige en las escuelas de gestión pública y privada, en todos los niveles educativos y modalidades. La mirada integral de la educación sexual se basa en el conocimiento y ejercicio de los derechos de los niños, las niñas y los/as adolescentes, cuestiona los estereotipos de género y de belleza naturalizados en la sociedad, les enseña a ser respetuosos/as con sus cuerpos y los de los demás, a cuidarse y cuidar a los/as otros/as, a relacionarse sexo afectivamente de manera sana y con libertad, a tener autonomía, intimidad, a reconocer y diferenciar el consentimiento del abuso o acoso sexual y es fundamental en la prevención de la violencia sexual, psicológica y simbólica. Los pensamientos reaccionarios que se oponen a este derecho también son consecuencia de muchísimos años de tabúes y colonialismo patriarcal que la ESI se propone desmitificar. Es por eso que algunas personas todavía ven en la ESI y en los derechos básicos como el de la identidad, una amenaza al orden familiar establecido por la heteronormatividad que impulsó durante siglos la iglesia y que deja estos temas en el silencio y la privacidad, o que lleva a considerar una vida sobre otra, una preferencia sexual más legítima que otra. Pero opinar en contra de las identidades de género está más cerca del discurso neofascista por definición que de cualquier dios.
Por su parte, el lenguaje inclusivo, como el lenguaje en general, no es una ciencia y, sin embargo, es mucho más que una “e” en reemplazo de la última vocal. El lenguaje es un producto social que está en permanente contacto con la sociedad y se modifica con ella. No es algo fijo y dado para siempre. Es dinámico, se expande, crece. Como toda construcción cultural y social está atravesada por consensos, resistencias y poder y, adivinen, se puede cambiar y desobedecer para nombrar lo que por mucho tiempo no fue nombrado. El lenguaje puede ser excluyente de muchas formas y también puede ser inclusivo de muchas maneras, no solo usando un “@”, una “x”, una “e”. Puede lograrse sustituyendo genéricos masculinos como, por ejemplo, decir “las personas” en lugar de “el Hombre”; “quienes están aquí” en lugar de “los que están aquí”. Además, el lenguaje es flexible, contextual. Es decir, podemos hablar de una manera con nuestros pares, de otra en una clase o exposición. Se trata simplemente de pensar la comunicación en contexto. Además, no es obligatorio. Cabe preguntarse por qué sin llegar a ser un derecho, una conquista ni una obligación, el lenguaje inclusivo para muchos es una molestia que enardece discursos. ¿Por qué creen que les molesta decir “presidenta”, pero no “sirvienta”? ¿Por qué creen que las niñas deben responder cuando son llamadas como “todos los niños”, pero deben comprender que no les hablan a ellas cuando les dicen que ese juego o ese color es para niños?
Por último, la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), basada en "educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir", saca a las mujeres de la penalización y la clandestinidad en la que abortan y la desigualdad social en la que muchas mujeres se enferman y mueren. En Argentina, se redujeron un 60% los embarazos no deseados adolescentes, gracias a la implementación del Plan Nacional de Prevención del Embarazo No Intencional en la Adolescencia (ENIA), basado en la libertad de elección, la provisión de anticonceptivos y la IVE.
Más allá de las creencias religiosas, la IVE fue reconocida como una política de salud pública abordada desde la prevención y tratada en un marco de acceso igualitario. Los cuestionamientos morales y religiosos quedaron en el plano metafísico y privado de la pregunta por lo que cada una/o considera vida. Nos gustaría que ya no hiciera falta, pero una vez más es necesario aclarar que los derechos de las mujeres no son metafísicos ni religiosos, son políticos. Es incomprensible, además, cómo el partido político que defiende la vida fetal se olvida del niño/a que nace cuando una de sus diputadas nacionales impulsa la renuncia a la paternidad, cuando promueven la venta de órganos y de niños/as, equiparando la vida con una mercancía. La discusión que las mujeres dimos sobre nuestros cuerpos, que no empezó ni terminó en la legalización del aborto, se trata de una de las libertades individuales fundamentales, que es la libertad reproductiva de las mujeres y el derecho a decidir sobre su planificación familiar, sostenida por la lucha simbólica de entrar en nuestros cuerpos y nuestros deseos. Ningún sector en contra del aborto se ha manifestado jamás sobre cualquier otra práctica desde la cual la ciencia y la tecnología actúa sobre/contra la vida como el control de la población, la inseminación artificial o la selección embrionaria. Ni tampoco han señalado como señalan a las mujeres a aquellos responsables de que una de nosotras muera en la clandestinidad.
Que hoy revivan estos discursos machistas, entre otros relatos como las privatizaciones ilimitadas de nuestros servicios y recursos (salud, educación, jubilaciones, hasta los mares), el negacionismo de la dictadura, la libre portación de armas, los recortes de derechos sociales y laborales (indemnizaciones, aguinaldo, vacaciones), liberar los precios, dolarizar la economía, la apología a la fuga de capitales con evasión fiscal, nos demuestra la existencia de una opción fascista que espera gobernar nuestro país y que la libertad de los/as argentinos no entra en su boleta. Nos recuerda también, que los derechos nunca están garantizados porque siempre hay leones mostrando sus dientes. Pero vale la pena remarcar que muchos de nuestros derechos se hicieron sobre sus delitos y que no volveremos atrás ni renunciamos a ninguno de ellos.
(*) Comunicadora social, docente, poeta y gestora cultural.