Opinión
¿Abolir el amor?
Por: Diego ManusovichEn esta campaña electoral se han puesto en el tapete ideas que creíamos superadas. Todos tenemos el derecho a revisar “casi todo” en una sociedad, a pesar de que la historia de nuestra humanidad nos devuelva consensos básicos bastante extendidos.
Pero últimamente, los miembros del partido de Milei, han hecho propuestas realmente inimaginables: abrir un mercado de compra y venta de órganos, que la educación pública y gratuita se maneje a través de cupones, que el mar sea privatizado, que los niños puedan convertirse en una mercancía entre padres…
¿Qué viene ahora? ¿En serio estamos discutiendo esto en la Argentina del siglo 21? ¿Es joda?
Yo no sé si hay gente que le falta un tornillo o qué. No sé si aumentó desmedidamente el consumo de drogas o simplemente es un mal de época que una gran parte del electorado juegue con la ruleta rusa.
Lo único que nos falta es que propongan legalizar la esclavitud, la posibilidad de ser colonia de algún país europeo o volver a la guillotina pública. ¿Van a proponer abolir el amor? Total… ¿para qué sirve el amor?
Este país tiene muchas cosas extraordinarias y otras no tanto. Esta Argentina tiene maravillosos momentos históricos que muchos admiramos. Además de nuestra cultura fraterna, nuestros climas, nuestra tierra, nuestros paisajes, nuestros premios nobeles, nuestra música variada y conmovedora, la resiliencia luego de tantas oscuridades militares, etc. Y también tiene sus traumas: los argentinos que evaden impuestos, los que no cumplen con los derechos laborales de sus empleados y luego viajan a Europa, los que roban dinero del Estado, los que endeudan al Estado, los que aumentan injustificadamente los precios cagándose en el otro, etc.
Pero ¿qué hacer con nuestros lados oscuros? ¿Qué hacer con aquello que no funciona bien en nuestra vida en común?
Cuando un hijo tiene problemas en matemáticas y no da pie con bola con los números, no lo abandonamos en una esquina para que se lo lleve un recolector. Lo ayudamos como podemos, le ponemos una maestra particular o le pedimos a alguien del barrio que le dé una mano, pero no arrojamos a nuestro hijo a la basura.
Con el país es lo mismo. Debemos mejorar lo que no nos sale bien como sociedad y caminar con un plan potente hacia un cambio cultural con desarrollo.
Si un amigo tiene fiebre, no le amputes la cabeza. Esa no es la primera opción de alguien mínimamente civilizado.
Seguimos pensando.