No ganó Milei, la gente se cansó de los privilegios

La elección del último domingo fue como un mazazo para la clase política argentina y dejó en claro que la gente se hartó de la corrupción, de las mentiras y de las promesas de campaña, siempre incumplidas y de los “vivos” que sólo les interesa acomodarse para vivir a costa del de un estado permisivo y cómplice.

El domingo no ganó Javier Milei; él sólo fue el que mejor interpretó y transmitió el cansancio de una sociedad hastiada y muy enojada con una clase política displicente y definitivamente responsable de gran parte de los problemas que aquejan a la mayoría de los habitantes de nuestro país.

El populismo y el clientelismo llegaron a su fin, los clientes dijeron basta.

Después de 40 años de democracia, los datos son contundentes: más de 40% de pobres, 140% de inflación, sueldos de 20 ó 300 dólares, jubilaciones de 100, inseguridad creciente, la salud pública y privada destruida; la educación pública, que siempre fue un orgullo de los argentinos se ha ido destruyendo lentamente con la ayuda de los gobiernos, de sindicalistas ineptos y de docentes pobres, exhaustos y apáticos.

La gente se cansó de la corrupción siempre impune, de los Insaurralde, de los Chocolate, de los bolsos de López, de los Báez, de los Panamá Papers, de los amigos que fugan plata, de los blanqueos a medida de los familiares, de los Moyano, de los Grabois; de los Kirchner y de los Macri. De la destrucción sistemática de la moneda, de la incertidumbre, de vivir en una permanente montaña rusa. 

La gente se hartó de que familias enteras se hagan millonarias viviendo del estado, del amiguismo, del clientelismo, de las mentiras, de los sindicalistas apretadores y millonarios, de los “líderes” sociales que se quedan con los vueltos, de los planeros eternos, de los ñoquis sin vergüenza, de las jubilaciones obscenas, de la lentitud de la justicia.

El domingo no ganó Milei, perdió toda la dirigencia política de nuestro país. Perdieron los privilegios y la corrupción enquistada desde hace mucho tiempo en lo más profundo del Estado Argentino

Por estos primeros 40 años de democracia, esperemos que los políticos sepan interpretar el implícito mensaje de las urnas, dejen de pensar en sus bolsillos y sus propios intereses, y de una vez por todas piensen en el bien común.