Opinión
Ilusiones
Por: Diego Manusovich¿Cuáles son las razones por las cuales votamos a uno u otro candidato? ¿Qué lugar ocupa la dignidad, la honestidad y la energía de aquellos que quieren representarnos? ¿Es suficiente con alguien que nos parezca simpático, que abrace afectuosamente a los vecinos y procure conseguir donaciones materiales?
La política en nuestros contextos suele girar alrededor de la imagen, la bonhomía y el pragmatismo asistencialista de los candidatos, pero… ¿esto es suficiente para ilusionar al electorado?
Creo que hay un paso evolutivo poco transitado en nuestras Democracias: trabajar duro durante los dos años inter elecciones para preparar planes estratégicos. La diferencia entre “enamorar” con donaciones o “enamorar” con ideas de cambio, es categórica.
Tal vez investigar, relevar, encuestar, clasificar y pensar ideas y proyectos de cambio sea más trabajoso que regalar algo tangible, pero quizás de eso se trate levantar la vara en nuestro sistema de convivencias.
Cada barrio y cada pueblo pueden convertirse en un entramado de proyectos reales de futuro. Prometer ideas concretas de desarrollo estudiadas con cuidado, detenimiento y presupuesto pueden ser la llave que despierte una ilusión madura hacia el futuro.
¿Es posible mejorar la educación vial en cada barrio? ¿Con qué herramientas, a través de qué dispositivos educativos, con qué presupuesto y en qué tiempo de consolidación de los aprendizajes? ¿Cuál es el cronograma estratégico para promover una salida laboral efectiva y urgente en las barriadas en donde habitan los jóvenes más relegados? ¿Cuáles son esos barrios en donde germina el desconsuelo y la mayor falta de oportunidades? ¿Es posible crear pequeños talleres municipales que enseñen profesionalmente a reparar motocicletas, muebles o artefactos eléctricos? ¿Cuál sería el plan para implementar los primeros 10 espacios de formación en oficios en las mismísimas entrañas de nuestros suburbios? ¿Qué infraestructura se necesita? ¿Cuál es el plan de costos? ¿Cómo se certifica esa formación de modo de estimular la participación popular? ¿Cuál es el mapa en donde se ubicarán sabiamente estos mini centros de formación? ¿Quiénes serán parte del organigrama formativo y en cuánto tiempo podrían estar funcionando?
Hay una responsabilidad compartida entre pueblo y dirigentes a la hora de construir el futuro. Elegir “planificar la ilusión del desarrollo” es dramáticamente distinto a regalar materiales. O tal vez sean ambas cosas, no sé. Pero profesionalizar la política pareciera ser una asignatura demorada… y urgente.
Seguimos pensando.