Opinión Por Nadia Mariel Cambón

Palabras más… palabras menos

La reciente prohibición del Gobierno de la ciudad de Buenos Aires sobre el denominado lenguaje inclusivo volvió a poner de manifiesto temas vinculados a las formas discursivas .
domingo, 12 de junio de 2022 · 00:00

Con el fin de profundizar este debate, creo importante señalar:

 La lengua está viva

El lenguaje se define como la capacidad del ser humano para expresar pensamientos y sentimientos, en ese sentido se considera la principal herramienta en el desarrollo cultural de la humanidad. Pensamos en términos de lenguaje, la estructura de nuestro pensamiento se elabora en torno a ello.

La lengua en cambio, es el sistema de signos que utiliza una comunidad para comunicarse oralmente, por escrito o incluso por gestualidad. En ese sentido, la lengua esta siempre viva. Cambia de manera constante. Si bien tiene ciertos parámetros estructurales, se requiere un mínimo de 2 personas para que haya códigos comunes, la mutación es constante y suele darse de manera paulatina. Ejemplos hay miles, ¿Quién conoce las palabras: apolillar (dormir) o bolazo (mentira)?

Las palabras no sólo caen en desuso, sino que muchas veces a las mismas palabras se les da un nuevo significado y esto ocurre todo el tiempo, casi sin darnos cuenta. Hoy casi todos sabemos lo que es Googlear, y sin embargo googlear no está aceptado por la RAE…

El significado de un signo tiene sentido en el grupo que lo comparte en un espacio y tiempo determinados.

Franz Boas fue un antropólogo que desarrolló el concepto de la “intraducibilidad de las lenguas”. Detalla que hay palabras que sólo tienen sentido en una comunidad en particular y que, si bien puede existir una palabra similar o que debería expresar lo mismo en otra lengua, al traducirlo su definición “se queda corta”.

Si en Argentina hablamos del proceso. Decir process en inglés no alcanza para definir todo lo que implica. Para los argentinos el proceso es un momento de nuestra historia, la asociamos a militares, a desaparición de personas, y la coartación de derechos entre muchas otras cosas.

Otro ejemplo, teniendo en cuenta palabras en español de comunidades lingüísticas cercanas ocurrió la primera vez que llegué a Chivilcoy siendo porteña, cuando los amigos de mi pareja me preguntaron ¿en qué fecha te arreglaste?  -¿arreglarme? ¿Se me rompió qué?

Las palabras no son ingenuas

Elegir utilizar ciertas palabras y no otras, generan significados asociados. El signo en ese sentido, es intrínsecamente ideológico.

El lingüista ruso Voloshinov, detalló hace cerca de 100 años que muchas palabras se disputan sentidos en la arena pública, esto implica que cuando un diario, un docente o un referente público elige utilizar una palabra y no otra, genera impactos distintos en la comunidad y ciertas voces quedan silenciadas ganando sólo uno de los significados posibles.

Hablar de “guerra en Irak”, no es lo mismo a decir “xxxx invadió Irak”. O al hablar de temas ambientales mencionar “cambio climático” permite que en ciertos discursos se omita la incidencia humana, porque el clima puede cambiar también “de manera natural”.

¿Es realmente hablar con la “e” más inclusivo?

Como dijimos previamente, las palabras y sus significados van cambiando a lo largo del tiempo y ciertas formas de hablar toman vigencia frente a otras.

La “e” no solamente implica hablar o escribir en lenguaje no binario, es transformador para quien lo impulsa. Aunque a algunes no les resulte inclusivo, lo realmente importante es que para quien lo nombra de esa manera sí lo es, y desde ese lugar toma fuerza. Es un discurso político en sí mismo.

¿Y la escuela?

Es importante tener en cuenta que uno de los objetivos de la escolaridad es poder formar a los alumnos en conocimientos colectivos, aceptados como válidos por distintas instituciones, y por tanto la gramática que se enseña en la escuela está pautada en base a estándares reconocidos.

A nivel ministerial se definen diseños curriculares específicos promovidos por distintos actores (para ello participan autoridades vigentes, expertos en la materia, gremios, etc.) por lo que se establece de manera coordinada qué se debería enseñar y qué no dentro de distintos niveles educativos.

Lo que es cierto es que modificar estos diseños queda siempre lento en relación al mundo contemporáneo. Tenemos escuelas del siglo XIX con docentes del siglo XX y alumnos del siglo XXI. Lo cual resulta una enorme paradoja en que generalmente se abandona al docente a su suerte y en el que muchas veces son los mismos profes los que deben incluir en sus clases temas de actualidad antes de que llegue una modificación curricular formal.

 Teniendo en cuenta este vínculo constante entre la realidad cotidiana que se desarrolla dentro de un aula y su reglamentación, así como la dinámica social intrínseca en la lengua, llevar delante de manera unilateral una prohibición en contra del lenguaje inclusivo, resulta como mínimo, ingenuo.

El uso del lenguaje inclusivo forma parte de un movimiento social, y su uso cotidiano en diversos ámbitos incluyen tanto a Argentina como grupos en España, Chile, Colombia y Uruguay, entre otros países donde la propuesta se debate a diario.

A su vez es fundamental reconocer que la ley de identidad de género argentina permite que las personas sean tratadas de acuerdo a su identidad autopercibida haya o no modificado sus datos registrales, y muchas veces este lenguaje colabora en esa identificación.

Si bien en ciencias sociales es muy difícil hacer futurología, me arriesgo a pensar que en este caso la prohibición sólo reforzará el concepto político de su utilización. Si no quieren que se use, habrá más motivos para ser usado.

Palabras más… Palabras menos.

Comentarios

13/6/2022 | 09:02
#164795
Gracias por esta nota de opinión. ¿Cómo podemos crecer en vocación política? No es posible tapar el sol de los fenómenos sociales con la mano de un decreto, ¿o se cree que sí?