Opinión

El árbol y el bosque

Por: Sergio Denegri
domingo, 12 de junio de 2022 · 00:00

Desde numerosos sitios se sostiene que nuestro país está a las puertas de un gran crecimiento. Sin contar la cuestion ambiental que es un factor de gran relevancia y centrándonos en la cuestión política, la principal encrucijada parece estar en la forma de gestión de ese crecimiento. Y en el resultado determinante que tiene en la cuestión de si ese crecimiento queda en pocas manos o se constituye en un motor para el desarrollo del país.

El gobierno nacional viene ya desde hace un tiempo intentando con dificultad transmitir la existencia de ese crecimiento junto a la idea de que pronto se retomará una senda de desarrollo de la que participarán todos los sectores.

Desde los sectores opositores y en conocimiento del descontento y los problemas sociales que produce la inflación sostenida, aprovechan a criticar la gestión y al compás de la omisión de ciertas cuestiones centrales, se ha llegado tan lejos que se han oído afirmaciones demasiado alejadas de la realidad.

Para empezar, es necesario poner las discusiones en contexto. Detallar que la escasez de reservas, por poner un problema central, es producto de la deuda que tomó Mauricio Macri durante su presidencia. Argentina tiene un problema histórico en su restricción internacional, por lo que tampoco fueron buenas decisiones de aquel gobierno, las de minar las reservas liberando sin control la venta y el giro de dólares al exterior sin control, de la cual fue beneficiada mayormente la banca internacional, según contó el propio expresidente.

Además de eso, no es posible perder de vista que la gestión de Fernández enfrenta desde sus comienzos los efectos de la pandemia, a la que llegó con una economía debilitada e inflacionaria y unas reservas del banco central inexistentes. A eso se suma el capítulo de la guerra en el este de Europa, que agrega más presión a la cuestión del aumento de precios en alimentos y en combustibles, dos mercados centrales para cualquier país.

Ahora bien, las críticas en tal entorno están justificadas por el padecimiento social y por la dificultad en la estabilidad de ciertos sectores para desenvolverse con normalidad. Pero ante esto debemos volver nuevamente a la cuestión de las principales causas y entender si las críticas de una oposición que tomó esas decisiones puede realmente estar bien fundadas.

Profundizando algo nomás, observamos que ante esta situación las críticas iniciales han ayudado a desnudar casi sin reparo otras propuestas, mucho más duras y sin sustento, o por el contrario, con la prueba concreta sobre sus espaldas de haber resultado sumamente malas cuando se aplicaron.

Propuestas como la dolarización (llevada adelante con pésimas consecuencias en otros países), la reducción de los gastos, la apertura indiscriminada ante las grandes economías (por no mencionar los peligrosos berrinches de un economista que acepta el mercado de órganos humanos), no son más que acciones que tendrían resultados catástróficos.

Ante estas propuestas no podemos dejar de preguntar ¿en serio hay un interés de mejorar las condiciones del pueblo? ¿de qué modo se puede proponer que la mejora proviene de empeorar lo actual y abrir el desarmadero económico y cultural al que arrastran las acciones mencionadas?

Al gobierno podemos criticarlo por no tomar algunas medidas, pero esa omisión que se reclama es obligatoriamente en contrario de esas propuestas que mencionamos más arriba, a sabiendas de que por ese camino no hay solución alguna, sino más hambre y sufrimiento para la mayoría de la sociedad.

El 2023 está demasiado cerca, los próximos meses resultarán cruciales para atender y resolver cuestiones urgentes para el bolsillo de la gente, cuyos problemas atentarán (si no son resueltos) contra la democratización de ese desarrollo prometido hacia adelante. Para el promedio de las argentinas y los argentinos esto resultará demasiado importante. El momento es ahora, y el fin es claramente, evitar males peores.

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