Una dignidad celeste y blanca

Entre tanta comida cara.

Entre tantos sufriendo las faltas de todo, la reina del humus exporta récord de alimentos al mundo.

La tierra negra y generosa resultó una bendición y una condena.

La tierra prometida, arada por los gringos y saqueada a los originarios; resultó un edén para un puñado y una maldición para las mayorías.

Si el Estado no media y no regula, los apetitos humanos no van a trabajar por la justicia.

Desacoplar los precios externos para comer todos los días, para trabajar en paz y que alcance para un techo digno. Tener lo necesario para vivir esta vida fugaz con alegría y sentir que la existencia tuvo más luces que sombras.

Eso queremos.

Eso queremos y soñamos las personas de bien que nos conmueve la justicia social, por más que hayamos tenido una vida con privilegios de todo tipo.

Repartamos, distribuyamos, que nadie sufra lo que otros derrochan.

Reconstruyamos la sensación elemental de que todos estemos mejor. Que todos estemos protegidos por una moral y una dignidad celeste y blanca.

Seguimos pensando.