OPINION

El otro invisible

Por Sergio Denegri
domingo, 22 de mayo de 2022 · 01:19

Vivir en comunidad requiere la adopción de normas de convivencia que permitan a todas y a todos llevar adelante su paso por aquí de una forma digna.

Todas las comunidades adoptan las propias, todas las comunidades regulan la tolerancia a determinados actos y comportamientos. En nuestro caso se trata de un orden que se sostiene en base a un sistema formal de leyes, ordenanzas, etc. lo que ya sabemos.

Durante el siglo XX la humanidad, por encima de muchísimos males, vivió una enorme expansión, una etapa de desarrollo sin comparación, lo que permitió mejorar el nivel de vida de mucha gente, ampliar el reconocimiento de derechos, y a su vez educar para abrir las mentes que más adelante iban a luchar por la conquista de nuevos derechos, nada de lo cual fue gratuito.

Nuestro país padeció varias dictaduras cívico militares, siendo la última la más sangrienta de todas ellas, aún cuando en 1955 una aeronave militar bombardeó a sus propios compatriotas en la Plaza de Mayo. Estas menciones simplemente buscan señalar que todo reconocimiento de derechos tiene detrás un camino arduo y extenso, en el que hay mucho de sacrificio, injusticias, padecimientos.

Aún con lo que reste, con las críticas que podamos hacer, estamos obligados a saber que todas las conquistas de derechos y los logros alcanzados fueron siempre a expensas de enormes sacrificios, que lo que damos muchas veces por natural es un estado de avance (al menos en cuanto a derechos) sobre otro anterior.

Pero más allá de ello, es fundamental entender que no debe ser posible romper lo construido, que hacer eso es revictimizar a quienes padecieron la carencia de tales derechos y vaciar de sentido el pacto que sostiene a una comunidad. Permitir el avance de los discursos de odio, del abuso y la distorsión de los derechos de libertad y de propiedad es romper lo hecho, es mostrar abiertamente que en realidad no es la libertad lo que importa, sino el deseo unidireccional de imponer otra cosa al derecho, otra cosa al otro, de ejercer abiertamente la prepotencia de las circunstancias, aceptar la política de la negación del otro como política posible.

No me refiero únicamente al atropello que abunda desde posiciones de poder, si no principalmente a las apropiaciones de tales discursos, a la amplificación de la acción cotidiana de invisibilizar a otro porque me es posible y me es más cómodo o conveniente.

En los días previos, hasta hoy, se llevaron adelante la semana del parto respetado y la semana de la acción para la seguridad vial. Parece apropiado explicar que, si no entendemos que más allá de mis acciones hay un otro, vamos por mal camino. Un otro con sus tareas cotidianas, con sus afectos, con sus familias y sus limitaciones, lo que, obviamente, no es más que una verdad de perogrullo.

Pero aún así habrá que repetir este discurso una y otra vez. Habrá, también, que dejar de lado ciertas zonas de confort, desde las cuales es sencillo desentenderse, es sencillo encorcetar al otro sin sufrir consecuencias, habrá que empezar a poner en tela de juicio esas zonas, si es necesario.

Un elemento importante para vivir en una comunidad digna es el respeto y ese debe ser un componente indispensable de la educación. Junto a él, predicar hasta el hartazgo, la obligatoriedad de que todas, todos y todes tengan sus derechos a resguardo.

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