Opinión

El reality show venció a la realidad…

Por Luis E. Rositto
sábado, 31 de diciembre de 2022 · 01:50

La tiranía de la inmediatez hace que nos asomemos constantemente a cuanto programa de radio o televisión marque la agenda del día y que esperemos los diarios de mañana para volver a consumir lo mismo, según sean las preferencias intelectuales o políticas de cada uno de nosotros. Las redes sociales, con Facebook, Instagram, Twitter, Tik Tok, Snapchat, a la cabeza; las páginas web de los diarios reciben cada vez más visitas de millones de argentinos sedientos por encontrar coincidencias y divergencias sin advertir que, desde que los empresarios manejan los medios, la verdad ha dejado de ser el objetivo principal. Ha dejado de tener importancia. Hoy se trabaja sobre las sensaciones que esa verdad produce en la gente. La post verdad. Cada vez más deliberadamente los productos que se ofrecen tienen que ver exclusivamente con eso. Lo que quiere la gente. Ignorando olímpicamente que –a lo mejor- el problema es, precisamente, lo que quiere la gente. Parece ser una verdad a voces que lo mediático tiene un gran poder sobre la opinión pública. Jaime Durán Barba, dejó bien en claro este tema en su libro "El arte de ganar", donde dice: «El electorado está compuesto por simios con sueños racionales que se movilizan emocionalmente. Las elecciones se ganan polarizando al electorado, sembrando el odio hacia el candidato ajeno… Es clave estudiar al votante común, poco informado, ese que dice «no me interesa la política»… El papel de los medios es fundamental, no hay que educar a la gente. El reality show venció a la realidad…»

Partiendo de esa discutible premisa, conductores, productores, entrevistados, panelistas, plumas domingueras van por su porción de ese poder, apoyados en la parafernalia de multiplicidad de voces que hablan, se gritan, se susurran, pero nunca se escuchan entre sí. El colorido, la diversidad, la madurez se mezclan con el insulto, el exabrupto, la repetición sistemática de argumentos endebles por repetidos e intencionados.

Eso sí, todo esto sucede en colores.

Tal vez por eso, prefiero el blanco y negro de algún libro para buscar verdades que hoy se encuentran retorcidas por políticos, algunos periodistas y amanuenses del poder. Sea cual fuere el poder.

“El hombre mediocre” es un libro del sociólogo y médico italo-argentino José Ingenieros, publicado en el año 1913. La obra trata sobre la naturaleza del hombre, oponiendo dos tipos de personalidades: la del hombre mediocre y la del idealista, analizando las características morales de cada uno, y las formas y papeles que estos tipos de hombres han adoptado en la historia, la sociedad y la cultura.

Realmente les recomiendo su lectura. Y encuentro otro motivo más para agradecer a mi viejo, que me lo dio para leer cuando yo tenía sólo quince años, con estas palabras, “no sé lo que vas a ser, pero sería bueno que leas esto para que tengas en claro lo que no deberías ser”.

Para que comprueben en qué se basaban aquellas palabras de mi padre, les acerco este fragmento de “El hombre mediocre”:

"Cada cierto tiempo el equilibrio social se rompe a favor de la mediocridad.

El ambiente se torna refractario a todo afán de perfección, los ideales se debilitan y la dignidad se ausenta; los hombres acomodaticios tienen su primavera florida.

Los gobernantes no crean ese estado de cosas; lo representan.

El mediocre ignora el justo medio, nunca hace un juicio sobre sí, desconoce la autocrítica, está condenado a permanecer en su módico refugio.

El mediocre rechaza el diálogo, no se atreve a confrontar, con el que piensa distinto. Es fundamentalmente inseguro y busca excusas que siempre se apoyan en la descalificación del otro. Carece de coraje para expresar o debatir públicamente sus ideas, propósitos y proyectos. Se comunica mediante el monólogo y el aplauso.

Esta actitud lo encierra en la convicción de que él posee la verdad, la luz, y su adversario el error, la oscuridad.

Los que piensan y actúan así, integran una comunidad enferma y más grave aún, la dirigen, o pretenden hacerlo.

El mediocre no logra liberarse de sus resentimientos, viejísimo problema que siempre desnaturaliza a la Justicia.

No soporta las formas, las confunde con formalidades, por lo cual desconoce la cortesía, que es una forma de respeto por los demás.

Se siente libre de culpa y serena su conciencia si disposiciones legales lo liberan de las sanciones por las faltas que cometió.

La impunidad lo tranquiliza.

Siempre hay mediocres, son perennes. Lo que varía es su prestigio y su influencia.

Cuando se reemplaza lo cualitativo por lo conveniente, el rebelde es igual al lacayo, porque los valores se acomodan a las circunstancias.

Hay más presencias personales que proyectos.

La declinación de la "educación" y su confusión con "enseñanza" permiten una sociedad sin ideales y sin cultura, lo que facilita la existencia de políticos ignorantes y rapaces." (Del libro: "El Hombre Mediocre" de José Ingenieros).

"En todos los tiempos y lugares el que expresa su verdad en voz alta, como la cree, lealmente, causa inquietud entre los que viven a la sombra de intereses creados". J.I.

Comentarios

22/6/2024 | 12:26
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Hola Luis, anoche Diego, tu hijo me contaba que eras poeta. Yo también. A veces la poesía no nos alcanza para decir, o no llega a quienes no quieren escuchar las pausas propias en los versos del poeta. Me gustó esta nota. Justo me recuerda a una frase, que falsamente atribuyo a mi abuelo, para darle cierta legitimidad, Si todo el tiempo buscás la zanahoria, no vas a poder disfrutar el guiso. Vivimos en un mundo de zanahorias prefabricadas, o de sanahoras contagiadas por miedo a que el tiempo se nos pase volando. Un gusto conocerte. Suelo escribir y publicar algo en Facebook como Sebastián de Amorrortu un caminante que va recogiendo historias. Un saludo. Sebastián