Opinión

Cuando se escucha para responder y no para comprender

Por Jimena Villar Licenciada y Profesora en Letras
domingo, 5 de diciembre de 2021 · 01:44

En el mundo del pensamiento y en el campo de la psicología social, existe lo que se llama la “paradoja de Dunning-Kruger”, que no es otra cosa que un sesgo cognitivo. La misma ocurre cuando personas incompetentes, ignorantes y mediocres sobreestiman sus habilidades, de modo que son completamente incapaces de reconocer y de estar al tanto de su propia ineptitud. Según menciona la bibliografía sobre el tema, se trata de una “superioridad ilusoria”. Pero, además, lo que hace que esta situación sea justamente una paradoja es que, por otro lado, personas altamente competentes suelen subestimar sus habilidades frente a otros individuos. La paradoja, lleva el nombre de sus descubridores, quienes ganaron el premio Ig Nobel de Psicología (No es el Nobel sino un premio estadounidense).

Volviendo a los incompetentes, el estudio de estos autores también indica que estos individuos también son incapaces de reconocer habilidades en otras personas. Otro punto muy interesante que tiene este estudio premiado tiene que ver con la lógica, la gramática y el humor: “Tras cuatro estudios, los autores encontraron que los participantes que puntuaron en el peor cuarto del total en las pruebas de humor, gramática y lógica, sobreestimaban con mucho su habilidad y su resultado en prueba. A pesar de que las puntuaciones de las pruebas los colocaban en el 12% peor, ellos se consideraban entre el 62 por ciento” (Kruger, Justin; David Dunning; 1999).

De lo visto hasta aquí, no es difícil pensar que quienes sobreestiman sus conocimientos del mundo al mismo tiempo que desestiman el de los demás, son personas con grandes problemas para la escucha. Es decir, oyen sonidos, pero no escuchan ni tienen la capacidad de entender otras posturas que disientan con su versión sesgada de la realidad. Es por esto que, al ser interpelados, la ansiedad por responder (y muchas veces, por atacar) es mayor a su paciencia para comprender y reflexionar sobre lo que se les dice.

Comportarse de esta manera puede ser irritante para quienes rodean a estos individuos en lo cotidiano, sin embargo, estimo -a título personal-, que lo grave resulta cuando estas personas llegan a lugares de poder, y más aún, si están a cargo del destino de un distrito o comunidad. Tomar decisiones en base a enojos y resentimientos, legislar en contra de y no para el bien de, no escuchar otras ideas, tergiversar hechos concretos, mentir e instalar sospechas infundadas no es lo que consideraría como lo más sano para una convivencia democrática con la diferencia.

Otro asunto bastante escamoso y que me repulsa hartamente, es cuando la falta de obsecuencia de los otros es reinterpretada mediante la instalación de enemigos imaginarios. “Quien nada debe, nada teme” reza un dicho viejísimo, así que ¿por qué tanta preocupación por quienes eligen, en vez de lamer el zapato, señalar lo que se hace mal?

Como dice Maquiavelo “Nada más difícil de emprender ni más peligroso de conducir que tomar la iniciativa en la introducción de un nuevo orden de cosas, porque la innovación tropieza con la hostilidad de todos aquellos a quienes les sonrió la situación anterior y sólo encuentra tibios defensores en quienes esperan beneficios de la nueva”.

Por último, creo que en el carruaje en donde viaja la gobernabilidad, no hay palos en ninguna rueda, por el contrario, sospecho que los corceles que lo impulsan tienen muy apretadas las anteojeras.

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