Columnista invitado
Codicias insoportables
Diego ManusovichEsta semana se conoció el nuevo “índice de la pobreza” en la Argentina. Durante algunos días el número ocupó zócalos de programas de tevé, panoramas de noticias radiales y tapas en portales de toda laya.
La pobreza del 40,6% desplazó al valor de dólar blue, el índice de la bolsa de comercio, el riesgo país y hasta los datos meteorológicos habituales. Antes de los milicos en 1976 el índice (según cálculos estimados) era cercano al 5%, luego la dictadura y los gobiernos de la democracia lo fueron catapultando hasta convertirlo en un holocausto social. La historia argentina es tan áspera al respecto que, salvo los períodos de Néstor Kirchner y algo del de Cristina, todo fue barranca abajo (datos del Indec)
Ojalá este maldito número no abandone nuestros medios de comunicación. Ojalá este patético índice porcentual esté omnipresente en la pantalla de todos nuestros celulares como lo está el clima o la hora oficial. Ojalá esté presente cada mañana cuando se iza la bandera en escuelas, colegios y universidades. Ojalá este dato corrosivo pendiera de un cartel luminoso en cada semáforo de nuestras ciudades.
Visibilizar este dolor nos va a permitir unir fuerzas humanas. Sé perfectamente que toda sociedad capitalista está surcada por intereses contrapuestos que se disputan la renta económica. Pero de una vez por todas debemos poner a este flagelo por encima de todos nuestros forcejeos comunitarios.
Ya no quiero ver ni escuchar sobre el precio de la soja en Chicago o el valor del Petróleo Brent del Mar del Norte. No quiero saber la cantidad de kilómetros asfaltados por año ni la cantidad de turismo que surca nuestra Argentina. Que el fruto de nuestro “desastre nacional” -el índice de la pobreza- esté presente todo el día en nuestras vidas, como un maldito tábano que nos atormente a todos.
Para cerrar esta columna, quiero decir lo obvio: la responsabilidad de la pobreza es de todos los argentinos como sociedad y de nuestros gobiernos de turno. La única excepción histórica que podríamos llegar a atender es este “tsunami planetario” llamado Covid que nos obligó a recluirnos en nuestras casas, deteriorando aún más nuestro angustioso presente económico.
El resto son codicias insoportables.
Seguimos pensando.