Opinión

La igualdad y la memoria

Dr. Guillermo Pinotti
miércoles, 29 de abril de 2020 · 10:22

Sin lugar a dudas la desigualdad social es la madre de todas las injusticias, y es la gran mancha de la “democracia” argentina, donde grupos privilegiados económicos y del poder –donde se encuentra incluida la clase política toda- , han hecho que no se cumpla la garantía de los derechos de sus ciudadanos, ni establecida en los hechos la separación de los poderes, situación que en la práctica es como si no tuviéramos Constitución. Entre otros, no se respetó nunca el derecho a la salud y la educación del pueblo. Y fue la aparición de un virus y una pandemia lo que desnudó y puso en evidencia o sobre la mesa, las terribles carencias en estos aspectos, ninguneada desde siempre por dirigentes políticos y funcionarios. El “coronavirus” blanqueó y puso a cada uno en su lugar. Porque frente a él todos somos pobres.
Se debió haber pensado desde siempre que en todo proceso de salud-enfermedad, la desigualdad castiga a los más vulnerables, indigentes y carenciados. Desde siempre la clase política debió tomar responsabilidades e involucrarse ante carencias de recursos e insumos en salud, y tratar y escuchar a los trabajadores del sector como se merecen, y brindarles salarios dignos.
Debió aparecer un virus que iguale a todos en la posibilidad de infección, de muerte y de miedo. Porque sabemos desde siempre que el pueblo no se encuentra cuidado y en condiciones para proteger su salud. Porque viene inmerso en una pobreza siempre creciente, y donde la palabra inclusión sólo ha estado presente en los discursos y nunca en los hechos. Ahora que el virus nos igualó, nos damos cuenta lo que debería estar y no está.
Sabemos que gran parte de nuestro pueblo no tiene las condiciones para cumplir con las medidas de cuidado necesarias para protegerse contra la pandemia. Y en este circuito cerrado donde la posibilidad de un brote potencia su nacimiento en sectores marginados, recién ahí, a sabiendas que el mismo no respetará clases sociales y distintos niveles de poder, la clase política baja, se incluye, y pide solidaridad. Pide respeto a normas de prevención, donde paradójicamente solicita que todos nos lavemos las manos. Como ellos siempre lo hicieron, pero ahora a todos y para todos. Y vemos una cruda realidad, sin entrar en detalles sofisticados, el pueblo no tiene garantizados elementos de higiene básicos, no tiene acceso y hay carencia de alcohol, barbijos, guantes de látex y grandes sectores de población tampoco tiene alimentos necesarios. Así nos sorprende esta pandemia.
Ahora ven y se preocupan por el hacinamiento en villas, cuando durante tantos años y para todos los gobiernos, el derecho al trabajo y a la vivienda solo tuvo agenda necesaria en discursos electorales. Pero sí, ahora el virus nos igualó. Nadie está por afuera de la pandemia. Se nos pide que seamos solidarios todos para con todos, sin distinción de clase, somos uno dentro del aislamiento social, porque el cuidado propio es clave para cuidar a los otros. Fue necesario un virus, para que los gobernantes y poderosos recordaran los principios de la igualdad y, el miedo, les haga recuperar la memoria.
En esta triste historia de Argentina, en el contexto de este mal que afecta al mundo, en muchos lugares del planeta dará lugar a reflexiones similares, cada cual con sus características y particularidades, no olvidemos la enseñanza de Gandhi: "Hay suficiente en el mundo para cubrir las necesidades de todos los hombres, pero no para satisfacer la codicia de unos cuantos".

 

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