Por Germán Carbone

Muevo yo, Cristina

martes, 21 de mayo de 2019 · 00:00

En la mañana del pasado sábado desayunamos, otra vez, una sorpresa política: el anuncio de la fórmula presidencial por parte de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Sorpresa, no por el momento elegido (faltan 34 días para el cierre de listas), sino porque el ungido para competir por el sillón de Rivadavia es el ex jefe de gabinete de Néstor y Cristina, Alberto Ángel Fernández. Fernandez-Fernandez, Alberto-Cristina 2019.

Una jugada electoral que, como tal, apunta a ampliar la base electoral del kirchnerismo. Una jugada indirecta: porque el destinatario de la misma no es el electorado sino los dirigentes. Alberto Fernández no tiene una base electoral propia, y no se sometió al veredicto de la ciudadanía como principal figura en una elección. Su principal fuerte es la capacidad de diálogo no sólo con sectores políticos de otros espacios, sino también con los poderes fácticos, grandes medios y grupos económicos. Es de las pocas personas que, sin ningún cargo, podía captar la atención de los medios apareciendo en radios, diarios y revistas de cualquier editorial político-ideológica. Por lo tanto, es una señal a la dirigencia política del espectro peronista y también una señal al “círculo rojo” que temía la radicalidad “antisistema” cristinista. La estrategia sería “ampliar la base dirigencial, para ampliar la base electoral”. Habrá que ver, de ahora en adelante, la capacidad de atracción de dirigentes que tiene Alberto.

En las elecciones que implican un cambio de gobierno, los nombres que más atraen la atención por parte del electorado son los que van a los cargos ejecutivos. Entonces, con fórmula nacional kirchnerista ya explicitada, resta conocer la del principal distrito del país, la provincia de Buenos Aires. Aquí cobra importancia una figura que supo estar con Alberto Fernández, desde el momento de la renuncia al entonces oficialismo kirchnerista hasta la aventura electoral randazzista, hablamos del líder del Frente Renovador Sergio Massa. Hoy precandidato a presidente por el espacio de Argentina Federal, el sucesor de Alberto Fernández en la jefatura de gabinete de Cristina, fue tentado por el kirchnerismo para que desista de sus intenciones presidenciales y compita por la gobernación bonaerense en la misma lista. Si bien negó esa posibilidad públicamente, la estrecha relación entre ambos motiva a pensar que Alberto hará un intento por seducirlo. Sergio Massa tiene un caudal electoral propio que aumentaría la base del peronismo “fernandezista”.

Mientras se escribe esta nota, de los dirigentes del espacio kirchnerista ya se habían bajado todos menos “el candidato del proyecto” en el 2015. Daniel Scioli deberá analizar la posibilidad de bajarse y negociar un espacio con Alberto (¿o con Cristina?) o someterse al veredicto de las elecciones para detentar un caudal electoral propio pensando a futuro.

Es en el lado de Cambiemos donde quizás más ruido haya hecho el video de trece minutos en el cual se anunció la nueva fórmula. La estrategia política del presidente y su mesa chica se basa en la polarización con la figura de Cristina para desviar la atención sobre la realidad económica. Corrida del lugar principal la ex presidenta, será más fácil que la elección adquiera la forma de plebiscito a la gestión de Mauricio Macri, con lo cual, habida cuenta de la mala imagen del presidente y su gestión, su derrota estaría casi garantizada. Teniendo en cuenta esto, es esperable la activación del Plan V.

Sin embargo, no es tan simple como parece. La renuncia del presidente y líder de la alianza Cambiemos a su candidatura puede ser una muestra de debilidad enorme de cara al electorado. Sería muy difícil que la gobernadora María Eugenia Vidal pueda contrarrestar, por sí sola, dicho golpe. La historia nos recuerda las elecciones del 89 cuando Angeloz poco pudo hacer para ganar las elecciones presidenciales representando al oficialismo en un contexto de crisis económica, o las del 99 cuando De La Rúa derrotó a Duhalde también en un contexto de crisis, o las del 2015, que todos recordamos. Si la disyuntiva es entre continuidad o cambio y el electorado quiere cambio, buscará un candidato de otro espacio, distinto al que gobierna.

Ante esta hipotética situación, la posibilidad de una reedición de la interna del 2015 para buscar candidato a presidente cobraría fuerza. De esta manera, contendrían al radicalismo concediéndole finalmente el pedido de participar con un candidato propio (Martín Lousteau, quizás) y oxigenarían la alianza. Una grieta 2.0 (más moderada) y aspiraciones a un nuevo balotaje.

La suerte del famoso “tercer tercio” representado en Argentina Federal, por su parte, dependerá, además de la permanencia de Massa, de cuán capaz sea para mantener el apoyo de los gobernadores. Por lo pronto, el victorioso gobernador cordobés Juan Schiaretti ya se puso el traje de articulador del espacio y convocó a sus principales dirigentes, más sectores del socialismo y del radicalismo, para definir el cómo y con quién se competirá en las elecciones. El hecho del corrimiento de Cristina habilitaría a pensar también en la posibilidad de que Argentina Federal compita en las PASO con Alberto Fernandez. De esta manera, finalmente se lograría la tan reclamada unidad de la oposición. Cristina lo habrá hecho.

Una de las tesis de Juan Perón en Manual de Conducción Política es que la buena conducción se mide por el éxito, es decir, acierta el que gana y desacierta el que pierde. Triunfalistas precoces abstenerse.

Faltan cinco sábados para el cierre de listas. Estemos tranquilos, todo puede pasar. Es momento de esperar y ver (las encuestas).

 

 

Germán Carbone

Licenciado en Ciencia Política

 

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