Opinión
Sin impuestos no hay país, hay selva
Por Diego ManusovichLa primera solidaridad de un pueblo es tributar. Uno no aporta sólo pensando en lo que recibe en forma directa, sino que siente el orgullo de apoyar causas desconocidas.
¿Cuánto de mi IVA va a una escuelita de frontera en Formosa? ¿Cuánto de mis Ingresos Brutos va al hospital provincial de General La Madrid? ¿Qué parte de mis tasas municipales va para alumbrar una callecita repleta de familias trabajadoras en un barrio remoto de la ciudad?
Costear nuestras instituciones públicas y nuestras infraestructuras compartidas es la primera unión fraterna que nos encuentra a todos.
Los países más desarrollados del mundo, en donde la felicidad es un bien logrado desde hace años, se aporta entre el 38 y el 48 por ciento del ingreso personal. El círculo virtuoso es que todos los ciudadanos confían en su Estado y tributan mucho para obtener a cambio la felicidad de que todos tienen acceso a los mismos servicios de calidad.
En el modelo de derecha libertario, en cambio, el Estado se va desfinanciando y empobreciendo, desigualando cada vez más a la población. Los pudientes tendrán acceso a circuitos privilegiados de educación, salud, cultura, transporte, etc., y el resto se marginaliza.
Encima el presidente afloja los controles del cumplimiento del pago de impuestos y llama “héroes” a los evasores.
La destrucción del Estado como plataforma del bien común ha sido herida de muerte, y los ignorantes insensibles ni se imaginan el país que se viene para las mayorías.
No viene un cataclismo, simplemente se agudiza aún más el sistema capitalista exponiendo al sol toda la crudeza de sus desigualdades.
Seguimos pensando.-