Opinión / Por Diego Magrini

¿El Fin del Amor?

Encontrar una pareja estable en la actualidad se ha convertido en una tarea compleja, un desafío que trasciende las transformaciones culturales y sociales.
domingo, 25 de mayo de 2025 · 08:00

Para comprender esta dificultad, es necesario analizar las dinámicas relacionales desde una perspectiva sistémica, considerando el equilibrio energético y los patrones heredados.

Una relación de pareja saludable se basa en un intercambio recíproco, no sólo a nivel económico, sino también en la energía emocional. Como señala Bert Hellinger, teólogo, espiritualista y psicoterapeuta, el orden en el amor implica un dar y recibir equitativo. La falta de este equilibrio genera desbalance, vergüenza, y puede incluso manifestarse en dinámicas madre-hijo, donde uno de los miembros se convierte en el receptor pasivo. Observar si se da y recibe de forma pareja es un primer indicador para la salud de la relación.

La dificultad para establecer una pareja a menudo se relaciona con las dinámicas familiares previas, especialmente con la relación con la madre.  Un vínculo materno conflictivo o una ausencia de resolución en este vínculo puede obstaculizar la capacidad de establecer una relación adulta y equilibrada. En algunos casos, se observa una relación simbólica madre-hijo, donde el hijo asume un rol que impide la formación de una pareja. Similarmente, la ausencia del padre y la asunción de su rol por un hijo mayor genera desórdenes que impactan en la posibilidad de formar una pareja.

Asimismo, la concepción tradicional de pareja, basada en una distribución rígida de roles, ha evolucionado. Hoy, la compatibilidad se basa en tres pilares fundamentales: la atracción personal, el respeto a los valores del otro, y el compromiso con el desarrollo personal de cada miembro de la pareja. Las discusiones constantes, la mala comunicación y el desequilibrio energético minan la relación, convirtiéndola en una experiencia agotadora y desgastante. La capacidad de ayudar al otro a crecer y desarrollarse, sin ser un impedimento, es esencial para una relación sana y duradera.

La misma cualidad que atrae a dos personas puede ser la fuente de sus conflictos.  Diferencias en la personalidad, como la introversión y la extroversión, pueden generar tensiones si no se gestionan adecuadamente. La incapacidad de uno de los miembros para integrar las cualidades del otro puede llevar a la proyección de inseguridades y miedos, generando dinámicas de agresión o menoscabo. Es importante comprender que la búsqueda de cambio en la pareja no debe anular la esencia de lo que inicialmente atrajo.

Por otro lado, nadie debería cambiar su esencia por otra persona. Si bien, las discusiones y los malentendidos son inherentes a cualquier relación, la comunicación abierta y la voluntad de trabajar juntos son fundamentales. Sin embargo, cuando patrones negativos persisten durante largos periodos, es necesario evaluar la viabilidad de la relación. La capacidad de expresar necesidades y de establecer límites es imprescindible para una relación sana.

En tanto, el amor implica entrega voluntaria, un deseo genuino por el desarrollo del otro, y una comprensión profunda de sus circunstancias. Esto requiere una dimensión cognitiva (comprender), una dimensión práctica (acompañar y apoyar), y una dimensión inspiradora (motivar y alentar el crecimiento).

Las aplicaciones de citas pueden ser una herramienta útil, pero requieren cautela. Es importante avanzar con precaución, construyendo confianza gradualmente y evitando la ingenuidad que puede llevar a decepciones.

Una relación sana se basa en el servicio mutuo, en el aporte recíproco. La búsqueda de ser servido en lugar de servir refleja una posición infantil que desequilibra la dinámica de la pareja.  Antes de buscar una pareja, es fundamental realizar un trabajo introspectivo para identificar las propias necesidades, metas y expectativas. Esto evita proyectar en el otro la responsabilidad de resolver asuntos personales no resueltos.

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