Opinión

El Imperio del Yo

Por Diego Magrini
domingo, 11 de mayo de 2025 · 08:00

El mercado de cursos y seminarios de autoayuda está en auge.  Genera grandes ganancias y atrae a una creciente cantidad de personas que invierten tiempo y dinero en su propio desarrollo personal. Si bien muchos de estos programas ofrecen herramientas valiosas, es crucial analizar críticamente su impacto en la sociedad y evitar caer en una visión individualista y egoísta del crecimiento personal.

Es cierto que el autoconocimiento y el desarrollo personal son fundamentales.  Los cursos de autoayuda pueden ser una herramienta eficaz para alcanzar un mayor bienestar individual, facilitando la gestión del estrés y promoviendo la plenitud. Sin embargo, la proliferación de estos programas ha generado una cultura centrada en el yo, donde la búsqueda de la felicidad personal se prioriza por encima de la responsabilidad colectiva. La idea de un "oasis personal" de comodidad y éxito individual, sin considerar el impacto en el entorno, es un espejismo peligroso.  La verdadera transformación personal debe incluir una profunda comprensión de nuestra interconexión y responsabilidad social.

La neurociencia nos demuestra que el egocentrismo y el egoísmo están intrínsecamente ligados al miedo y al estrés, impidiendo la experiencia de una vida plena. El camino hacia la plenitud no es sólo individual, sino también colectivo. Debemos cultivar la empatía, la colaboración y la solidaridad para construir una sociedad más justa y equitativa.  El "nosotros" debe ser tan importante como el "yo" en la búsqueda del bienestar.

Este enfoque individualista se refleja incluso en otros ámbitos, como la educación.  El sistema educativo actual, en lugar de fomentar la creatividad, la colaboración y el desarrollo integral, prioriza la obediencia y el encajamiento. La falta de experiencias significativas, la ausencia de juego y la desconexión con la naturaleza impiden un desarrollo cerebral óptimo. Las escuelas deberían replantear su metodología, incorporando experiencias reales, trabajo en equipo y contacto con la naturaleza.  La educación no debería limitarse al aula, sino extenderse a la comunidad, permitiendo a los niños explorar diferentes entornos y descubrir sus propias vocaciones.

La industria alimentaria, farmacéutica y, en cierta medida, la educativa, se benefician de un modelo que promueve la enfermedad y la dependencia. La mala alimentación, la falta de educación nutricional y un sistema de salud enfocado en la enfermedad y no en la prevención contribuyen al aumento de las enfermedades crónicas. Debemos ser conscientes de esta interconexión y exigir un cambio en el paradigma, priorizando la salud, la alimentación consciente y una educación integral que prepare a los individuos para una vida plena y responsable.

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