Empatía

Un puente entre la comprensión propia y la ajena

La empatía, lejos de ser un don innato, es una capacidad que se desarrolla y perfecciona a lo largo de la vida.
domingo, 12 de enero de 2025 · 08:00

Se basa en la habilidad de reconocer las emociones propias y, a partir de esa autoconciencia, inferir y comprender las emociones de los demás. Este proceso no implica únicamente la identificación de las emociones ajenas, sino también la capacidad de responder de manera apropiada y adaptativa a esas emociones, condicionando el ambiente y la interacción en función de las necesidades percibidas del otro.

La lic. Soledad Martinez explicó que si bien, la empatía se adquiere, la predisposición biológica juega un papel fundamental. Las neuronas espejo, presentes desde la infancia, permiten la imitación y el aprendizaje vicario. El llanto de un bebé ante el llanto de otro es un ejemplo claro de este mecanismo adaptativo innato. Sin embargo, la comprensión profunda de las emociones y la respuesta empática requieren un desarrollo social y cognitivo posterior.

Asimismo, la adquisición de la empatía se inicia en la infancia, a través de la interacción con los padres y cuidadores. La guía parental, al explicar las posibles razones detrás de las acciones de otros  ayuda al niño a desarrollar una comprensión más compleja de las emociones y motivaciones ajenas.  Este proceso continúa en la edad adulta, a través de la introspección y la reflexión sobre las propias emociones y experiencias. Al comprender cómo nos sentimos en determinadas situaciones, podemos proyectar esas emociones en otros y comprender mejor sus reacciones.

En tanto, la incapacidad de reconocer las propias emociones dificulta enormemente el desarrollo de la empatía. Ciertas patologías, como el narcisismo, se caracterizan precisamente por la falta de autoconciencia emocional y la incapacidad de comprender las emociones ajenas. En estos casos, la interacción empática se ve severamente comprometida. En el otro extremo del espectro se encuentra la hiperempatía. Aunque la empatía es esencial para la conexión humana, un exceso puede resultar perjudicial. La hiperempatía se caracteriza por una inmersión excesiva en las emociones del otro, hasta el punto de descuidar las propias necesidades y bienestar. Esto puede llevar al agotamiento emocional, a la sobrecarga y  dificultad para establecer límites saludables en las relaciones interpersonales. Ejemplos de esto se observan en padres que, por culpa o exceso de preocupación, acceden a todos los caprichos de sus hijos, dejando de lado sus propias necesidades.

Por otro lado, la empatía está intrínsecamente ligada a la comunicación y al respeto. La falta de comunicación dificulta la comprensión de las emociones ajenas, generando malentendidos y conflictos. El respeto, por su parte, implica valorar las emociones y experiencias del otro, incluso cuando difieren de las propias. La capacidad de escuchar activamente, de preguntar y mostrar interés genuino en el otro son elementos esenciales para una interacción empática y respetuosa.

Finalmente, el uso excesivo de las pantallas y las redes sociales puede afectar negativamente el desarrollo de la empatía. La interacción virtual, a menudo superficial y despersonalizada, limita la capacidad de comprender las emociones ajenas a través de la observación directa del lenguaje corporal y las señales no verbales. La desconexión de la interacción social cara a cara puede contribuir a una menor capacidad de desarrollar y aplicar la empatía en la vida real.

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