Opinión

El secreto de la longevidad

El entrenamiento de fuerza, a menudo relegado a un segundo plano en las estrategias de salud pública, emerge como un pilar fundamental en la prevención de enfermedades crónicas y la reducción del consumo de medicamentos.
domingo, 12 de enero de 2025 · 08:00

Su impacto trasciende la mera estética, adentrándose en la fisiología y  bioquímica del cuerpo humano, ofreciendo una poderosa herramienta para mejorar la calidad de vida y prolongarla.

No se limita a aumentar sólo la masa muscular. Su efecto se extiende como un dominó, impactando positivamente en diversos sistemas del organismo. A nivel óseo, estimula la formación de hueso nuevo, previniendo la osteoporosis y reduciendo el riesgo de fracturas, especialmente en la población envejecida. A nivel

 metabólico, mejora la sensibilidad a la insulina, contribuyendo a la prevención y el control de la diabetes tipo 2. Asimismo, reduce la resistencia a la insulina, lo que ayuda a controlar los niveles de glucosa en sangre y disminuye la necesidad de medicamentos antidiabéticos. Además, regula los lípidos sanguíneos, disminuyendo los niveles de colesterol LDL ("malo") y triglicéridos, y aumentando el HDL ("bueno"), factores clave en la prevención de enfermedades cardiovasculares.

En tanto, la fuerza muscular es un determinante de la funcionalidad física. A medida que envejecemos, la pérdida de masa muscular (sarcopenia) se convierte en un factor de riesgo para caídas, fracturas y discapacidad. El entrenamiento de fuerza combate eficazmente la sarcopenia, manteniendo la independencia funcional y la autonomía de las personas mayores, reduciendo así la necesidad de asistencia y cuidados. Esta mejora en la funcionalidad se traduce en una mayor calidad de vida, permitiendo a las personas mayores mantener su actividad social y su independencia por más tiempo.

Por otro lado, estudios recientes demuestran la influencia positiva del entrenamiento de fuerza en la salud cognitiva. Mejora la memoria, la atención y las funciones ejecutivas, protegiendo contra el deterioro cognitivo asociado a la edad y enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer.  Este impacto se atribuye

 a la liberación de factores neurotróficos, sustancias que promueven el crecimiento y la supervivencia de las neuronas.

La prevención de enfermedades crónicas a través del entrenamiento de fuerza se traduce en una menor necesidad de medicación. Al mejorar la sensibilidad a la insulina, regular los lípidos sanguíneos y fortalecer los huesos, se reduce la probabilidad de desarrollar enfermedades que requieren tratamiento farmacológico. Esto implica no solo un ahorro económico, sino también una disminución de los efectos secundarios asociados al consumo de medicamentos a largo plazo.

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