Si los pudieran imitar…

En estos tiempos de oquedad, de imbecilidad tan programada (robado de una canción). En estos tiempos de individualismo, o peor aún, de asociaciones forzadas, como tiradas de los pelos, para poder congeniar con el liso y llano objetivo de dejar mal parada a la asociación de enfrente podemos todavía, rascando el frasco, encontrar motivos que nos inviten a seguir.

Yo sé, para muchos especialistas con años de trayectoria en la materia, con oratorias consagradas, con la mirada desde arriba, con la experiencia de mil batallas disputadas (siempre a escondidas desde un escritorio y a través de un teléfono) lo conseguido en tierras americanas es apenas nada comparado con todo aquello que ellos tienen que lidiar. Pero es aquí dónde quiero parar, detenerme y pensar, como es lógico, todos queremos momentos de felicidad.

¿Cómo es posible que no aprovechen aquellos de traje, envueltos en soberbia, el ejemplo que les brinda este reducido grupo de personas?

¿No ven que desde el esfuerzo, el compromiso, las ganas y el orgullo nos suben a todos al mismo tren?

No, no ven. La mirada es corta, las intenciones largas y el esfuerzo, compromiso y orgullo yo diría que son nulos.

La comparación es barata, al punto de poder presentarse también como ridícula si ustedes lo prefieren, aunque debemos reconocer que la grandeza se construye desde la unión y la confianza.

Messi puede fallar en una definición, pero sabe que detrás de él hay diez compañeros dispuestos a enmendar su falta de puntería deseosos de poder brindarle cuanto antes otra chance para poder festejar.

Messi no era, ahora seguro sí, amigo de Scaloni, de Dibu, el médico, el fotógrafo o el utilero de la selección, pero calculo que vio en ellos el cobijo y contención necesarios para comprender que a todos los moviliza lo mismo.

Scaloni y su grupo de trabajo no destacaron y se hicieron querer por poner en la Selección a sus hijos, hermanos, primos o alcahuetes de siempre por una cuestión de confianza como parte estable de su staff. No señores, no. Trabajaron, estudiaron, analizaron y se nutrieron de diferentes condimentos para alcanzar el éxito. Por supuesto, condición básica, ser buenos jugadores de fútbol, pero sobre eso algo más importante, ser buena gente. Individuos que sumen en el grupo. Personas que entiendan que esto no es por plata y que a veces hay cosas que ni las billeteras gordas pueden comprar.

La gloria se mide en una escala diferente al poder.

La verdad que siendo sábado y faltando poco más de un día para la final de la Copa América frente a la Selección Colombia poco me importa el resultado del partido para encontrar respuestas al comparativo que sentí necesidad de expresar.

Esta Selección, este grupo de deportistas de élite, por lo menos para mí, queda claro que ya nada deberá plasmar para recibir, de parte de muchos, agradecimiento y credibilidad.

La otra, la que, lamentablemente, a lo largo de la democracia fuimos eligiendo, nunca logró invitarnos a una plaza a abrazarnos con desconocidos cargados de felicidad.

Es una pena, hombres derechos, leales, sinceros y patriotas desperdiciados en algo tan irrelevante cómo el fútbol.

Es una pena, que hombres así no puedan ocuparse de las cosas que necesitamos resolver de verdad.

Unos, orgullosos del Himno entonado, apoyados por casi todos, nos pusieron en los lugares comunes que queremos estar, abrazados en las plazas, inflados de protagonismo y competitividad.

Los otros, sin importar canciones patrias o colores no pensaron en el pueblo y nos acostumbraron a quedarnos adentro, masticando bronca, acompañados siempre de necesidades y obligándonos a pelear, siempre a pelear, por no descender cada vez más.