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“La educación no es un negocio, es un derecho: Por más educación pública, inclusiva, gratuita y de calidad”
La situación económica actual en nuestro país es compleja. Lo vemos a diario en las calles, en los medios masivos de comunicación, cuando hablamos con el vecino o la vecina, cuando vamos al supermercadoY así la lista continúa… La realidad demuestra que se vienen tiempos más difíciles aún y eso se verá reflejado, inevitablemente, en nuestras aulas. Una vez más, el rol del docente será esencial, porque además de tener la gran responsabilidad de ser guías y aprendices en este camino que elegimos a diario, deberemos también acompañar, contener y sostener a nuestros estudiantes y a las familias que no son más que víctimas en el contexto económico que hoy se presenta.
La educación es un derecho y así lo establece el artículo 14 de nuestra constitución.
Nadie puede arrebatarnos eso.
Nadie puede estar en contra de lo que este derecho garantiza. Porque es la educación la que permite que se cuestionen las desigualdades sociales y brinda posibilidades a toda la comunidad.
Es la educación una de las herramientas esenciales para combatir a la pobreza y la marginalidad, pero no sólo económica sino también una pobreza estructural, social, de valores que hoy parecen estar en tensión.
Es la educación la que nos garantiza el acceso a otros derechos como la salud, al desarrollo, a la identidad, a la libertad, entre otros.
La creación del Ministerio de Educación de la Nación se remonta a 1949 y no es casualidad que haya sido durante la presidencia de Juan Domingo Perón.
El actual presidente de la Nación, Javier Milei, no solo disolvió este ministerio sino que además le otorgó las competencias que requiere y lo integró al nuevo Ministerio de Capital Humano, desatendiendo, pormenorizando y quitándole el valor y la importancia que la educación requiere en cualquier lugar del mundo. Pero hoy más que nunca en nuestro país.
Porque las y los docentes que creemos y elegimos a diario esta tarea, muchas veces desmerecida socialmente, enseñamos valores, escuchamos y cuidamos, aprendemos y creamos espacios de contención y empatía. Esta última, junto a la falta de pertenencia y sentido de clase, son algunas de las limitaciones y carencias que la realidad actual nos muestra nuestro presidente, elegido democráticamente, con sus actos diarios.
La tarea que hoy tenemos como seres sociales es la de defender la educación desde el lugar que nos toque: como actores educativos, como estudiantes, como familia.
La educación libera, cuestiona, abre infinitas posibilidades, reduce las desigualdades y favorece, a través de la socialización, el sentido de pertenencia e identidad de cada persona. La educación no es un negocio, es un derecho. Y, como tal, se le debe dar el lugar y la importancia que amerita.
Prof. Cintia Torres
Docente del nivel secundario en la escuela pública.