Opinión
Un enfoque para una vida saludable
Por Diego MagriniLa obesidad, lejos de ser un simple problema estético, es una compleja enfermedad crónica que requiere un abordaje integral e interdisciplinario. Su tratamiento efectivo trasciende la simple prescripción de dietas o ejercicios, demandando una atención holística que considere la interacción de factores biológicos, psicológicos y sociales que contribuyen a su desarrollo y mantenimiento. Este enfoque multifacético es importante para lograr una mejora significativa en la calidad de vida de las personas afectadas.
Asimismo, la obesidad no se reduce a un desequilibrio energético simple. Factores genéticos, hormonales, metabólicos y neurobiológicos juegan un papel fundamental. Sin embargo, estos factores interactúan con el entorno sociocultural, los hábitos alimenticios y los patrones de actividad física, creando un círculo vicioso difícil de romper sin una intervención coordinada. Por ejemplo, la disponibilidad de alimentos ultraprocesados, ricos en calorías y bajos en nutrientes, junto con la proliferación de estilos de vida sedentarios, crean un ambiente que favorece el aumento de peso. A esto se suma el impacto psicológico, donde la autoestima, la ansiedad y la depresión pueden exacerbar los comportamientos alimentarios desadaptativos.
Un equipo interdisciplinario, liderado por un médico especialista en obesidad, es esencial para abordar la complejidad de esta enfermedad. Este equipo puede incluir: nutricionistas que diseñan planes alimentarios personalizados, considerando las necesidades individuales, preferencias y posibles restricciones. Educando al paciente sobre la importancia de una alimentación equilibrada, rica en nutrientes y baja en calorías. También psicólogos que abordan los aspectos emocionales y conductuales relacionados con la alimentación, ayudando a identificar y modificar patrones de pensamiento y comportamiento que contribuyen a la obesidad. El apoyo psicológico es fundamental para mantener la motivación y afrontar los desafíos del proceso.
Los educadores físicos elaboran programas de actividad física adaptados a las capacidades y limitaciones de cada persona. Promueven la adopción de hábitos de vida activos y sostenibles a largo plazo, más allá del ejercicio formal. Y además, médicos de otras especialidades dependiendo de las comorbilidades asociadas
a la obesidad (diabetes, hipertensión, etc.), pueden participar endocrinólogos, cardiólogos u otros especialistas para un manejo integral de la salud.
El éxito del tratamiento de la obesidad radica en la transformación de hábitos a largo plazo. Esto implica un cambio profundo en la relación con la comida, la actividad física y el propio cuerpo. No se trata de dietas restrictivas o ejercicios extenuantes, sino de la adopción de un estilo de vida saludable y sostenible, como conocer los nutrientes, las porciones adecuadas y la importancia de una alimentación equilibrada. Incorporar el ejercicio físico de manera regular, buscando actividades placenteras y adaptadas a las posibilidades individuales. Aprender a gestionar el estrés y las emociones de manera saludable, evitando el uso de la comida como mecanismo de coping, y contar con el apoyo de la familia, amigos o grupos de apoyo para mantener la motivación y superar los obstáculos.