Opinión
La Desconexión
Por Diego Magrini.La sociedad actual, a pesar de sus avances tecnológicos y su aparente progreso, se encuentra en una encrucijada. La falta de conciencia comunitaria, la escasez de empatía y la poca accesibilidad para las personas con discapacidad o las personas mayores, son síntomas de una desconexión que aleja de la verdadera inclusión y la solidaridad.
Es fácil perderse en la vorágine del día a día, olvidando las necesidades de quienes nos rodean. La falta de empatía se traduce en indiferencia ante el dolor ajeno, en la incapacidad de ponerse en el lugar del otro y comprender sus dificultades. Esto se evidencia en la discriminación hacia las personas con discapacidad, que enfrentan barreras arquitectónicas, sociales y culturales que les impiden ejercer sus derechos y participar plenamente en la sociedad.
La accesibilidad no se limita a rampas y ascensores, sino que implica un cambio de mentalidad. Se trata de crear un entorno donde todos puedan desenvolverse con autonomía y dignidad, sin importar su condición física o edad. Las personas mayores, con su sabiduría acumulada y experiencia vital, son un tesoro que no se puede desperdiciar. Sin embargo, la sociedad a menudo las relega a un segundo plano, ignorando sus necesidades y potencial.
Es necesario un cambio de paradigma. La conciencia comunitaria debe despertar, la empatía debe ser un valor fundamental y la accesibilidad un derecho universal. Se debe trabajar juntos para construir una sociedad más justa e inclusiva, donde todos tengan las mismas oportunidades y puedan vivir con dignidad.
Para lograr este objetivo, se necesitan acciones concretas como promover la educación en valores, es decir fomentar la empatía, la solidaridad y el respeto por la diversidad desde la infancia. Impulsar políticas públicas inclusivas, como implementar leyes y programas que garanticen la accesibilidad universal, la protección de los derechos de las personas con discapacidad y el apoyo a las personas mayores. Asimismo, fomentar la participación ciudadana, incentivar la participación de todos los sectores de la sociedad en la construcción de una comunidad más justa y solidaria. Esto es un proceso que requiere la participación activa de todos. Se debe ser conscientes de la realidad que nos rodea, desarrollar la empatía como un valor esencial y trabajar juntos para crear un futuro más inclusivo y accesible para todos.
Pero es un hecho innegable que la desigualdad económica en nuestro país es un problema grave. Mientras unos acumulan fortunas descomunales, otros luchan a diario para sobrevivir con sueldos que apenas alcanzan para cubrir las necesidades básicas. Y en este escenario, la pregunta que surge con fuerza es: ¿por qué los que menos tienen deben cargar con el peso de la economía?
Es inaceptable que se les nieguen oportunidades de desarrollo y que se les obligue a vivir en la precariedad, mientras los más privilegiados acumulan riqueza.
Si no se les permite acceder a una educación de calidad, a un sistema de salud digno o a oportunidades laborales justas, ¿cómo se espera que puedan contribuir al crecimiento económico?
Se debería buscar un sistema más justo, que distribuya la riqueza de manera equitativa, que impulse la movilidad social y que brinde oportunidades para todos.