Religiosas
Se conmemoró el día de la Solemnidad de Nuestra Señora de Luján
Diferentes actividades se realizaron en los días previos y cerraron ayer con una procesión de alumnos de la Escuela Integral Católica.Varias actividades se realizaron en los últimos días en la comunidad religiosa chivilcoyana, en relación al día de la Solemnidad de Nuestra Señora del Luján, conmemorado ayer, 8 de mayo.
Además de las misas en honor a la Virgen realizadas en el templo San Pedro Apóstol, los días sábado y domingo, en las distintas catequesis, se recordó su imagen con dibujos y se armaron altares en los hogares.
En la mañana de ayer se realizó en el día de la Solemnidad de Nuestra Señora de Lujan, la tradicional procesión con la Virgencita hasta el templo parroquial, partiendo desde la Escuela Integral Católica hacia el centro de la ciudad, teniendo como punto final la Iglesia Nuestra Señora del Rosario, en cuyo altar se realizó un acto, presidido por el padre Federico Lagoa, cerrando con la actuación de dos parejas de folklore locales.
Nuestra Señora de Luján Patrona de Argentina
Corría el mes de mayo de 1630 cuando la milagrosa imagen de la Virgen de Luján llegó a la Argentina.
Antonio Farías Sáa, era un hacendado radicado en Sumampa (Santiago del Estero) que quería colocar en su estancia una capilla para la Virgen. Este hombre le pidió a un amigo que vivía en Brasil que le enviara una imagen que representara la Inmaculada Concepción de María. El amigo le envió dos, la que le había encargado y otra de la Virgen con el Niño Jesús. Cuando llegaron, fueron colocadas en una carreta y partieron en una caravana rumbo a Sumampa.
La caravana se detuvo a orillas del río Luján a 67 kilómetros de Buenos Aires, en una hacienda, conocida como la estancia de Rosendo. Al llegar el otro día los carreteros iban a proseguir con el viaje, pero la carreta que llevaba la imagen no se movía, intentaron de todas las formas posibles que caminara, bajaron la mercadería, colocaron más bueyes, pero todo fue inútil, las dos imágenes estaban en el fondo de la carreta en dos pequeños cajones.
Los carreteros retiraron una imagen y no se movió, la subieron y bajaron la otra, y la carreta marchó normalmente. En ese instante los hombres comprendieron que estaba ocurriendo algo milagroso. Al ver que la Virgen no quería marcharse se dirigieron a la casa más cercana, la de don Rosendo.
La familia se emocionó al ver la imagen y la colocaron en su casa, la noticia corrió por toda la región, y se enteraron hasta en Buenos Aires. Las personas empezaron a viajar al lugar, entonces don Rosendo construyó una pequeña capilla, entre los pajonales de la pampa, en este lugar permaneció la virgencita desde 1630 hasta 1674.
El Negro Manuel:
Este hombre dedicó toda su vida, desde que llegó a la Argentina, a cuidar a la Virgen de Luján. Fue traído de Africa y vendido como esclavo en Brasil. Llego al Río de la Plata a los 20 años de edad, en la embarcación en donde venía la bendita imagen, presenció el milagro en la estancia de don Rosendo.
La tradición dice que Manuel, realizaba curas milagrosas con el sebo de las velas de la capilla y relataba a los peregrinos los viajes de la Santa Virgen, que salía de noche para dar consuelo a los afligidos. Manuel guardaba de los viajes de la Señora los abrojos que se desprendían del vestido de la Virgen. Con los años, don Rosendo falleció y el lugar quedo casi abandonado, pero este hombre fue siempre fiel y continuó al servicio de la Virgen.
El pueblo de Luján:
El lugar empezó a poblarse con los devotos de la Virgen. De esta forma el paraje se convirtió en una aldea que se llamó Pueblo de Nuestra Sra. de Luján, en 1755 se le otorgó el título de Villa.
La devoción por la Virgen fue creciendo año tras año, así como los milagros que ocurrían y el 23 de octubre de 1730, Luján era instituida Parroquia. El cura párroco don José de Andújar deseaba ampliar el templo y junto al Obispo Fray Juan de Arregui, iniciaron la construcción, pero esta no llegó a buen termino porque después de grandes contratiempos terminó por desplomarse.
El Padre Salvaire:
Hacia el año 1872, el Arzobispo de Buenos Aires, Monseñor Federico Aneiros, entregó la custodia del templo a los sacerdotes de la congregación de la Misión, conocidos como Padres Lazaristas. En aquel entonces el teniente Cura Jorge María Salvaire fue herido en un viaje por los indios y estuvo al borde de la muerte, en ese momento realizó una promesa a la Santísima Virgen y milagrosamente fue sanado.
La promesa del Padre Salvaire fue, «Publicaré tus milagros…, engrandeceré tu Iglesia» En cumplimiento de este voto, publicó en 1885 la «Historia de Nuestra Sra. de Luján».
En 1889 fue nombrado Cura Párroco de Luján y dedicó su vida y esfuerzos para edificar la gran Basílica, con el apoyo de Monseñor Aneiros y la colaboración de sus compañeros de Congregación, inició la construcción de la actual Basílica Nacional.
Cuando falleció en 1899, la obra continuó en las manos del Padre Dávani, quien murió en 1922, para ese entonces el Santuario ya estaba terminado en su estructura fundamental.