Cartas

César Amílcar Challiol, recordado maestro normal

Historias formativas de maestros de gran vocación, de aptitud educativa incondicional, donde importaba, por sobre todas las cosas, la enseñanza, la pura y noble enseñanza.
martes, 7 de marzo de 2023 · 08:00

Inspector de escuelas que vivió en estas tierras patagónicas y dejó su huella educativa. Se llamaba a sí mismo “un viejo maestro”. Nació en Chivilcoy, provincia de Buenos Aires, el 18 de julio de 1919. Falleció en La Plata el 9 de setiembre de 2002. Sus padres eran Pedro Tomás Antonio Challiol y Magdalena Garro, ambos nativos de Chivilcoy. El abuelo de César se llamaba Modesto, nacido en Turín, Italia, y radicado en Alberti, Buenos Aires y su bisabuelo, Andrea, que había nacido en Ristolas Provenza, Francia, de donde es originaria la familia Challiol. Su abuela era porteña, hija de inmigrantes genoveses. Se cree que trabajó en la Cooperativa eléctrica que había en Chivilcoy.

Por su parte su madre, Magdalena, era hija de Miguel Garro, inmigrante, que nació en una aldea cerca de Pamplona y de Josefa Veguiristain, porteña, hija de inmigrantes vascos. Amilcar formó su hogar con Nélida Virginia López, hija de Evaristo López y Ángela Josefa Primi. Nélida nació el 25 de mayo de 1928 en Colonia Valentina, ciudad de Neuquén, y falleció el 19 de febrero de 2017 en La Plata. Se conocieron en Ñorquinco, donde vivían “mis abuelos maternos con sus hijos. Mi padre llegó a la región para hacerse cargo de la escuela que allí existía. Contrajeron matrimonio en la ciudad de General Roca, Río Negro, el 17 de junio de 1946 y fueron a vivir a la escuela de la localidad mencionada. Mi madre me contaba que en el lugar estaba la escuela, el almacén de ramos generales, el médico, la oficina de correo (donde trabajaba su padre) y la gendarmería. Allí vivía un grupo de pueblo originario, cuyos niños concurrían a la escuela, donde también comían”, recuerda la hija de Challiol.

Luego se trasladaron a Quemú Quemú, de allí a Neuquén capital y finalmente a La Plata. Sus hijos son Roberto César, nacido en Quemú Quemú, La Pampa, el 8 de mayo de 1949, casado, dos hijos. Vive en Chascomús, es odontólogo, actualmente jubilado. Su segunda hija es Lilia Nelly, también nacida en Quemú Quemú el 22 de octubre de 1952, soltera, abogada jubilada. Sus nietos son Cecilia, nacida en La Plata, y Matías, nacido en Chascomús.

Amílcar estudió en la Escuela Nacional Superior Domingo F. Sarmiento de Chivilcoy, de donde egresó como Maestro Normal Nacional. Su carrera se desarrolló en su mayoría en el ámbito del entonces Consejo Nacional de Educación. Su primer destino fue Valcheta, Río Negro, y luego a la escuela de Ñorquinco. De allí fue a Quemú Quemú como director de la escuela rural N° 204, fundada en marzo de 1936, ubicada en Colonia La Sara. La escuela cerró y sus ruinas quedaron bajo el agua en la laguna artificial creada para evitar inundaciones. A fines de la década del ‘50 se desempeñó en la escuela primaria N° 61 de Neuquén, Nicolás Avellaneda, como director. Fue ascendido a inspector de zona interino de enseñanza primaria, luego ganó el concurso de oposición, y ganó la titularidad. Fue uno de los fundadores de la escuela primaria N° 201, Hipólito Yrigoyen, en 1962. En 1967 obtuvo su traslado a La Plata, primero en el ámbito nacional y después en el ámbito de la Dirección General de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires, donde se desempeñó como inspector de enseñanza primaria. La razón de su traslado fue para mantener su familia unida y que sus hijos pudieran estudiar una carrera universitaria. Supo decirle a su hija: “no te vamos a dejar bienes de fortuna, pero con un título en la mano la vida te va a resultar más fácil”. Ejerció la docencia cerca de cuarenta años. Se jubiló el 1 de marzo de 1979.

 “Estoy convencida de que el magisterio fue su verdadera vocación y la razón de su vida fue su familia. Mi madre, que fue ama de casa, lo acompañó a lo largo de poco más de cincuenta y cinco años, dieron todas las luchas juntos”.

Historias formativas de maestros de gran vocación, de aptitud educativa incondicional, donde importaba, por sobre todas las cosas, la enseñanza, la pura y noble enseñanza. En esta época de inicio de ciclo lectivo quiero honrar a estos educadores, y en su nombre, a todos, los que dejaron huellas profundas de sabiduría y afectos, de responsabilidad, en la ilustración de los niños. (Beatriz Chaves)

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