Opinión
Hoy
Por: Diego ManusovichLa democracia nos exige siempre estar atentos. No se trata solo de ir a votar cada dos años a un ser humano que pretende representarnos. Este sistema de convivencia se apoya en la participación, la actividad y la vehemencia de todos para parir un futuro mejor.
Nuestros 200 años de historia institucional han forjado un pueblo diverso y multicolor, con pasiones encontradas, definidas y enarboladas que nos atraviesan todos los días.
Pero más allá de las razones ideológicas, debemos admitir que una sociedad, un país, un agrupamiento identitario como somos, tiene que incluirnos a todos, y ese “todos” incluye a familias que han tenido casi ninguna oportunidad para ser feliz.
Los que revuelven la basura para encontrar algún resto de dignidad, los que viven en chozas y que se cagan de frío, los que ni siquiera aspiran a terminar la primaria porque sus padres no pudieron inculcarles el deseo de aprender… TODOS, nos debemos una república que nos contenga y nos dignifique.
El rol del Estado en cualquier sociedad capitalista (con oportunidades antojadizas para sus clases acomodadas) debe promover un reequilibrio para que todos puedan gozar mínimamente de las oportunidades que la vida moderna ofrece: una educación fuerte y alentadora, salud pública a tiempo, un hogar digno en infraestructura, trabajo decente y registrado para todos.
Estos 40 años de democracia no pueden malograrse volviendo a la oscuridad del “sálvese quien pueda”. Achicar el Estado es redistribuir menos y que los más vulnerables queden más desamparados todavía. Muchos soñamos con Estados prácticos, inteligentes, solidarios y eficientes, de modo de hacer rendir al máximo los impuestos públicos para lograr esa redistribución generosa que se impone en cualquier sociedad civilizada.
Sí, creemos en sociedades solidarias en donde el “celeste y blanco” sea un símbolo colectivo e inclusivo para todos, especialmente para los que sufrieron el destrato de un sistema expulsivo que solo mima a los que tuvimos oportunidades.
Por eso, esta democracia tiene sentido si se piensa en clave solidaria. El desarrollo solo se logra cuando los pueblos en su conjunto crecen, no cuando los más aventajados sacan mayor ventaja.
Seguimos pensando.