Lo “lindo” que está Chivilcoy
Jimena Villar, colaboradora de este medio, envió para su publicación, un texto en el que es muy crítica de la administración municipal. Al respecto, señala lo siguiente:Cualquier persona con el mínimo criterio estético, incluso sin saber nada de arte, ni de arquitectura ni de decoración, puede observar el estado deplorable de la ciudad. Columnas despintadas, árboles secos y muertos que no se reponen, plazas secas sin un ápice de sombra, asfalto de mala calidad que se rompe a los pocos meses, árboles achurados por la mala poda o para que se luzcan las famosas LED, ¡la fuente de Hebe y el monumento a Pellegrini! y la falta de mantenimiento general son algunas de las aberraciones diarias que se ven recorriendo Chivilcoy. Claro que alguien sin discernimiento y con el mal gusto a flor de piel no va a ser capaz de reconocer estas falencias. Y con el mayor respeto que me deben los ciudadanos del Conurbano, las reminiscencias con los partidos más desafortunados y vulnerables de la zona sur del Gran Buenos Aires son innegables para cualquiera que conozca esos lugares.
Seguramente haya quienes digan que importan más los servicios que la cara estética de la ciudad, crítica que se hizo por ejemplo en la gestión de Franetovich, que, a mi gusto, fue el intendente que más embelleció los espacios para el disfrute de todos los ciudadanos. Gozar de una ciudad linda, ordenada y pintoresca hace también al bienestar de la ciudadanía, y lo peor es que no se necesitan millonadas, sino sentido común, paisajistas y demás personas idóneas en la materia que con ideas creativas pueden mejorar la cara de la ciudad.
Solo los necios, ignorantes y obtusos pueden ver con ojos positivos la decadencia de Chivilcoy. La vulgaridad y abandono aumenta, y la obsecuencia y el miedo a contradecir al mandamás no van a arreglar las cosas.
De la Perla del Oeste no queda más que una bijou barata y raída por el paso del tiempo y la decadencia. El brillo que supo tener ya no refleja más que el deterioro artístico y moral, que como un espejo maldito, solo nos muestra en lo cotidiano un ornamento grosero y tosco de una gestión que tiene esas mismas cualidades.