Maricafé, Azzaro, Maratea y la masculinidad frágil

El espacio cultural citado sufrió un ataque discriminatorio en el que personas incendiaron el lugar arrojando una almohada prendida fuego. Se trata de un café en el que se realizan actividades culturales para la comunidad LGTBIQ+. 

“Es importante entender la reacción de este periodista varón en un contexto nacional de ataques a las políticas de género y de diversidad sexual por considerarlas “políticas para minorías” cuando en realidad son políticas de igualdad, de redistribución de derechos, de reparación de vulneraciones, es decir, políticas de justicia social”, apunta Pontaquarto, “no es casual la postura de Azzaro, busca empatizar con muchos varones que leen las políticas de igualdad y a los feminismos como “hordas que vienen por nuestro derecho a ser hombres”, por esta razón, no me parece un hecho que haya que dejar pasar y en ese sentido, es muy valioso que alguien con tanta masividad como Santiago Maratea haya instalado en la agenda el concepto “masculinidad frágil” como punta de lanza para que más de unx indague de qué se trata”.

¿Yo no puedo ir?

El periodista Flavio Azzaro hizo un polémico comentario mientras daba la noticia: "¿Qué significa un café GLGTB (sic)? ¿Yo no puedo ir?".

"Sí es un café inclusivo quiere decir que incluye. La gente heterosexual no tiene problemas de inclusión, la gente de la comunidad LGBTQ, sí. Muchos han sufrido situaciones violentas y ni hablemos de la gente trans", le respondió Maratea en su descargo, ¿por qué copiás formas de conducir de Marcelo Tinelli que es una forma que ya extinguió? Hasta a Tinelli le va mal y vos lo seguís copiando. ¡No podés llegar tan tarde, amigo!!  Y después de todo estamos hablando de masculinidad frágil, ¿no? Y esto es lo que pasa ahí, es un gran ejemplo, si un hombre siente que su sexualidad se cuestiona, tiene que arrancar a desviar un tema que es importante para hablar de su sexualidad”.

Ataque de odio

“La pregunta es por qué la pregunta, ¿por qué nace en alguien que, posiblemente, nunca fue excluido, echado, perseguido, discriminado o violentado por motivos de género la imperiosa necesidad de preguntar si él puede entrar? Claro que sí, Flavio, podés entrar a Maricafé cuando quieras”, reflexiona Pontaquarto, desde la Mesa de Masculinidades.

“Ahora, lo que te deja más en off-side es ponerte vos, tu sexualidad, tu tránsito por este mundo como varón blanco, cisheterosexual, con privilegios (como yo) en el centro de un suceso que reviste una gravedad mayúscula: tiraron una almohada prendida fuego. Un atentado, un ataque de odio, con un mensaje claro. Hoy es el almohadón, ¿mañana quién?”, se pregunta sobre el hecho de pasar a segundo plano el incendio intencional del lugar para pasar a debatir la inclusión de la heterosexualidad.

Silencios que avalan violencia

“Que los varones no podamos corrernos del centro de la escena no es ninguna noticia, tampoco lo es que necesitemos aclarar cuán heterosexuales somos, como si de eso dependiera seguir siéndolo. Desde el silencio consentimos un comentario, avalamos un chiste, dejamos pasar una falta de respeto. Y todo eso lo hacemos porque hay otros varones mirándonos. Otro varón que oficia de policía de género y todo el tiempo “cata” nuestra propia masculinidad para que no nos salgamos ni un poquito de la norma”, puntualiza.

La fragilidad de la masculinidad

“Si hay algo frágil es el ideal de Masculinidad, como único destino posible en este camino de ser varón. En esa rigidez que los varones sostenemos sin hacernos preguntas, hay mucha fragilidad. Y justamente, esa rigidez, esa equivalencia que iguala ser varón con ser macho, nos aleja de la posibilidad de vivir nuestras vidas por fuera de mandatos que funcionan como los barrotes de una cárcel y limitan de diversas maneras nuestros recorridos, así como influyen en nuestra salud”, comparte, “creo que los varones no nos permitimos ser vulnerables, frágiles, ni estar desorientados porque eso supone asumir que no somos autosuficientes, ni impenetrables, ni las sabemos todas.

Entonces, cuando un varón habla de su propia fragilidad frente a otros varones está rompiendo los mandatos, los guiones, los modos que le han dicho que eran los correctos por ser varón. Y justamente ahí empieza a funcionar algo de la transformación social cuando un sujeto atravesado por el dispositivo de poder patriarcal que es la masculinidad como norma, decide llegar con la palabra a donde nunca se había llegado.

Eso no es solo un acto de transformación, si no también de politización de lo personal”.