A 7 años de su desaparición física / Por Julio Alberto Yapor
Recordando a Carol, la periodista que escribía “con el corazón”
Tuvo a su cargo las páginas de Sociales de La Razón. En esta casa desarrolló, además, proyectos innovadores para la época como lo fueron el Calendario Escolar, El Álbum del Recuerdo y el Suplemento Alitas.El pasado 18 de julio se cumplieron 7 años de la desaparición física de Carol Ballerio, un ícono del periodismo gráfico chivilcoyano, docente de vocación y de corazón, una mujer que hizo de la comunicación y de la enseñanza un modo de vida.
Comenzó su actividad periodística en el diario “La Voz de Chivilcoy”, un emprendimiento editorial que vino a revolucionar la gráfica lugareña. Me atrevería a decir que fue la primera mujer que incursionó en la prensa chivilcoyana. Eso también la convirtió en una adelantada para la época. Su verdadero nombre, Rosa Ballerio, sólo lo usaba a efectos oficiales, entre ellos para los legajos escolares, porque para el resto era simplemente “Carol”, seudónimo que acuñó durante un veraneo familiar en la costa atlántica en los dorados años felices. “Cosa de adolescentes: con mi prima Elisa nos imaginábamos nombres de artistas para impresionar a los chicos y a mí se me ocurrió Carol; me gustó tanto que me quedó para siempre”, me contó cierta vez
A mediados de la década del ’80, con el cambio editorial y empresarial en La Razón de Chivilcoy, Carol pasó a integrar las filas del diario decano de la ciudad. Se dedicó casi exclusivamente a las páginas sociales, donde reflejaba los distintos acontecimientos comunitarios, pero en ocasiones escribía sobre temas de la vida cotidiana con una impronta diferente al discurso duro y directo de la crónica periodística. Es que -como le gustaba autodefinirse-, ella “escribía con el corazón”. Siempre se lo dije. Ese fue el legado que dejó en las comunidades educativas donde se desempeñó, y en los ámbitos periodísticos donde trabajó: humanizar la tarea.
Desde 1987 a 1992 aproximadamente, además del caballito de batalla de Sociales, Carol escribió sobre temas de la comunidad que eran noticia, pero no con el característico toque de la crónica periodística, sino que lo hacía desde su interior, exhibiendo sus emociones, mostrando sus fibras más íntimas. Polémica, detractora, no atada a ningún parámetro preestablecido ni tampoco a ningún clisé, dejaba volar su espíritu libre, reflejando sus convicciones y puntos de vista.
Otros proyectos que vieron la luz y llevaron su impronta distintiva fueron el “Calendario Escolar”, “El Álbum del Recuerdo y el suplemento “Alitas”, dedicado a los más chiquitos que cursaban el Nivel Inicial. Todas fueron apuestas innovadoras, que acompañaban las ediciones semanales de La Razón.
El calendario resultó de mucha utilidad en las escuelas y el hogar, en tiempos que ni por asomo se hablaba de redes sociales ni de internet: allí los estudiantes encontraban el contenido de las efemérides y las fechas Patrias. “El Álbum del Recuerdo” fue un suplemento que buscó evocar primero a las distintas comunidades educativas del distrito y en una segunda etapa a las instituciones de la comunidad. “Alitas”, por su parte, realizado en principio en forma conjunta con la también docente Olinda Alzamora, buscó ofrecer un aire fresco para aquellos pequeños que asistían a los jardines de infantes, con ese toque de libertad que, desde el nombre propuesto, acompañaban las producciones de Carol.
En septiembre de 1993, a partir de la mudanza del emblemático edificio de la Avda. Ceballos a la moderna y funcional sede de la Avda. Sarmiento, La Razón tuvo un relanzamiento editorial, pasando a imprimirse en una rotativa. El diario sumó más páginas, cambió su diagramación y sus secciones. La columna de Sociales rápidamente se pobló de fotografías, buscando reflejar en imágenes los distintos acontecimientos que ocurrían en la ciudad. Y la gente quería verse, de modo que allí estaban las pinceladas de Carol acompañando las distintas publicaciones.
Al principio no fue tarea fácil: hubo que convocar a los distintos fotógrafos que quisieran participar con sus trabajos, convencer fundamentalmente a los protagonistas de un cumpleaños, una boda u otro acontecimiento familiar y acopiar la información necesaria para finalmente editarla en las páginas del diario. No había celulares inteligentes, ni redes sociales, ni selfies, ni nada de eso que hoy en día es tan cotidiano y que para muchos son los lugares por donde “pasa la vida”.
Hace ya siete años que Carol no está entre nosotros, pero, quienes la conocimos, la frecuentamos, la respetamos y la quisimos, conservamos un recuerdo inalterable de su persona. Era una mujer libre, espontánea, fresca, transparente. Irradiaba energía, vitalidad, amor. Quizá en aquellas líneas que alguna vez le escribiera a su hija Marcela, que fue su continuadora en la columna de Sociales del diario, se resuma en esencia lo que fue Rosa Ballerio, nuestra inefable y querida Carol: “Llevas mis genes, hija, mi polémica forma de ser, mi orgullosa y desafiante mirada y ese mentado arrebato por combatir la injusticia o reír a más no poder de aquellos que se creen superiores porque cubren sus producidos cuerpos con ropas elegantes. Digo lo que pienso porque nací libre. Hago lo que quiero porque nadie me regala nada para hacerlo”.
Hoy, siete años después, se la sigue extrañando como el primer día.