Argentina no es Suiza…

Argentina no es Suiza, ni nosotros somos noruegos, ni los políticos son finlandeses ni los gremios franceses, somos argentinos con todo lo que eso significa, con Messi y Maradona, con el Papa y el dulce de leche; pero también somos argentinos con años de necesidades insatisfechas, con reglas de juego poco claras o simplemente sin reglas, donde el esfuerzo y la integridad no son garantía de nada. Esto ha permitido que muchos dirigentes entiendan a la política como un elemento de glorificación personal, con intereses mezquinos y motivos egoístas.

Esa forma de concebir la política sea tal vez el principal problema  de Argentina y un problema de fondo para la sociedad civil, pues mientras no entendamos la política como un instrumento al servicio de la patria y de protección de los sectores más vulnerables del pueblo, no encontraremos el camino para el abrazo que vuelva a reunirnos como nación ni balsa que nos salve del naufragio. Es en ese sentido que ninguna propuesta de superación será válida si al transitarla desamparamos a aquellos por las cuales la creamos.

La vieja política nos ha condenado a ser ciudadanos del país que merecemos, por acción o por omisión, por no entender que robar también mata, que la inacción estatal atrofia, y que las presiones solo sirven cuando hay algo para apretar.

La diversidad enriquece mientras los antagonismos desmedidos destruyen, y la política no es la excepción, es por eso que cómo dijo Alem  " los hombres de bien deben unirse", el hombre de bien cultiva la verdad y respeta la vida, da cobijo según sus posibilidades y ama su Patria y con ella a sus conciudadanos.

A partir del 10 de diciembre la Argentina tomará nuevamente otro rumbo democráticamente decidido, para algunos acertado y para otros no tanto, pero más allá de las diferencias, queda en nosotros como sociedad contribuir a promover la paz social y la tolerancia; ingredientes fundamentales para avanzar hacia un futuro manso y previsible que nos incluya a todos  y sin exclusiones de ningún tipo.

Maximiliano Bardengo