Cameron

“Aquí, allá y en todas partes”, crítica sobre el libro de Hernán Ronsino

La publicación ya está en las librerías y fue realizada a través de la editorial “Eterna Cadencia”, al igual que sus anteriores obras.
domingo, 12 de agosto de 2018 · 00:00

“Cameron”, el nuevo libro del escritor chivilcoyano Hernán Ronsino, empieza a dar que hablar y es objeto de análisis por parte de especialistas y críticos literarios, como lo demuestra el artículo titulado “Aquí, allá y en todas partes”, escrito por Jorge Pinedo en el espacio digital, “El Cohete a la Luna”.

Como se informó en una entrevista realizada por LA RAZÓN, el autor remarca el hecho que es la primera vez que no escribe teniendo como contexto su ciudad natal.

Dado lo extenso del texto, se han elegido algunos párrafos de la crítica:

“Esa ciudad fue bombardeada en el ’63, destruyendo tres edificios, una iglesia y el Puente de Hierro que, en los orígenes, constituía el único paso que comunicaba con las localidades vecinas. No obstante emblemático, el puente fue lo último en ser reconstruido, recién en el año ’69, merced a las artes de un ingeniero húngaro a quien le placía arrojarse desde los andamios en atlético clavado al hermoso río. Explotó para la tarea a media docena de muchachos quinceañeros, entre los cuales figuraba Cameron, Julio, tipo solitario —tal vez a su pesar— que le presta a Hernán Ronsino (Chivilcoy, 1975) el apellido a fin de que titule su flamante novela”.

“Julio Cameron posee una presencia tan potente y argentina como la ciudad con la que comparte el protagonismo de Cameron, el libro. Identidad sin soslayo a pesar de que a aquella urbe el invierno con nieve le llega para el fin de año, por lo tanto no está en el sur patagónico, ni siquiera en el hemisferio sur. Donde vuelan los cuervos que por estas pampas son inexistentes y donde la destrucción y el exterminio vinieron de otro lado, como la esporádica inundación proveniente del arroyo Goncalvez que atraviesa el casco urbano”.

“Esa ciudad parece parecerse a alguna europea y sin embargo no lo es; tampoco por esos datos históricos sino porque el sutil ejercicio de escritura desplegado por Ronsino porta una argentina cadencia que tampoco se limita a utilizar la voz pelotudo, sino que se adentra en esa espeleología del lenguaje que hace a la novela más argentina que Gardel; que era francés o, mejor, uruguayo”.

“Un rato antes de que muriera, pasé por la habitación de mi abuelo, estábamos solos, puse mi cara muy cerca de la suya y deje caer una saliva espesa contra su frente. Mi abuelo —el héroe— estaba pálido, consumido, apenas podía hablar; pero en ese tono delgado, me disparó: malnacido. Yo era chico, no entendía esa palabra, pero comprendía el tono, macerado por la muerte, del insulto”.

Poco importa que “malnacido”, sin ser desconocido, no sea un significante usual en el habla argenta; su marca identitaria radica en cómo se inserta dramáticamente en la gramática del párrafo, en la fuerza que le otorga al recuerdo, en el abrupto cambio de clima. Además: la utilización precisa de los tiempos y signos de puntuación, que tanto se extrañan en abundante narrativa contemporánea.

Verosimilitud potente, llega de otras latitudes, más próximas a la solidez de la trama que a las materias del secundario. En un país huérfano de filiaciones genealógicas, cuyos habitantes pretenden hallar raíces ancestrales nobiliarias donde sólo burbujea la larga estela de los barcos, Cameron, Julio, se llama igual que su padre al que no conoció y que el mentado abuelo, el general, gravemente herido en la batalla ¡de Carhué! Héroe de pueblo nunca es sinónimo de héroe del pueblo; más en aquellos, estos, pagos.

“El mito dice que resistió con dos africanos, también heridos, que llevaron el cuerpo del general hasta el campamento de la región. Los negros murieron unas horas después de arribar al campamento mientras el general estaba siendo operado y sobrevivió hasta los 90 años. Por eso ahora la tumba del general Cameron está flanqueada por dos pequeñas estatuas de leones negros. Prefirieron hacer dos leones negros en lugar de dos africanos (…) Quedan mejor…”. El monumento luce una leyenda patriótica sobre la cual una pintada en aerosol refuta: “Carnicero de Burke, ni olvido ni perdón”.

 

 

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