Opinión

Aprovechar la experiencia ajena

jueves, 12 de julio de 2018 · 00:00

En el mundo cada país atiende su juego y las grandes potencias, además de atender el suyo, tienen planes para el resto. De allí que países como el nuestro tienen que hacer un esfuerzo para identificar sus intereses y encontrar la mejor manera de protegerlos.

Días atrás, Celso Amorín, que fuera canciller de Lula da Silva dijo “la gente sabe que en la época de Lula el país creció y había un ambiente de conciliación nacional”. Estoy de acuerdo con ambas afirmaciones, pero me permito invertir los términos. Para mí el ambiente de conciliación nacional que propició Lula fue el que permitió el crecimiento de Brasil en ese período. En la base de esa expansión económica hubo una clara decisión política compartida: deponer enfrentamientos. Fue así como 40 millones de brasileños (el 20 % de la población) abandonaron la pobreza.

En mi opinión Lula está pagando culpas que no son suyas sino del sistema político brasileño. En 8 años de gobierno cambió para bien la vida de 40 millones de personas. No podemos pedirle más.

El célebre historiador británico Eric Hobsbawn en 1995 dijo que Brasil era “un monumento a la injusticia social”. (Si hoy viviera no sabemos qué diría de una Argentina con un 30 % de pobres).

Lula nació en la más extrema pobreza. Cuando asumió la presidencia dijo “yo, que tanta veces fui acusado de no tener un diploma superior gano mi primer diploma como Presidente de la República de Brasil” y se puso a llorar. Allí me di cuenta que clase de persona era. Lula es un hombre que llora con frecuencia. Tal vez en su viaje lo acompañe la sombra angustiada de aquel niño pobre.

La contracara de esta experiencia es Venezuela. Allí los enfrentamientos internos fueron llevados a un punto de no retorno. En un ambiente así no crece ni el pasto. En las interminables colas de venezolanos que abandonan su país por los pasos fronterizos con Colombia no vemos a ningún oligarca en fuga. Se trata de pobre gente con sus hijos y sus escasas pertenencias escapando de las privaciones. Es posible encontrar a muchos de ellos en Buenos Aires trabajando como peones de taxis, lavacopas o repartiendo volantes de casas de comidas en la avenida Corrientes. En todo caso la vieja oligarquía venezolana ha sido desplazada por otra oligarquía de uniforme. Esto ocurre en el país con las mayores reservas de petróleo del mundo. Su clase dirigente no ha sabido acordar lo necesario para poner esa riqueza al servicio de la población.

Me parece conveniente consultar estas experiencias para pensar la Argentina de nuestros días. Un antiguo refrán aconseja aprovechar la experiencia ajena porque la propia cuesta mucho y llega tarde.

A riesgo de repetirme digo que la única forma de resolver nuestros problemas es propiciando acuerdos entre los principales sectores políticos y económicos del país alrededor de políticas de desarrollo. Estos acuerdos, celebrados a la luz del día, representan una formidable fuente de poder capaz de suministrar instrumentos extraordinarios con los cuales resolver cualquier crisis. Desde luego se trata de una tarea para aquellos que conciben la unidad de la nación como un factor de multiplicación de las energías de los sectores que la integran. Cuando el pensamiento no sostiene la idea de nación y se detiene en particularidades la declinación de un país se hace imparable.

El último Perón, el más sabio, fue electo presidente con el 62 % de los votos. De inmediato ofreció una mesa para acordar con todos los sectores políticos y sociales. Su muerte interrumpió este proceso, pero el propósito quedó plasmado, de su puño y letra, en un trabajo conocido como “El Modelo Argentino para el Proyecto Nacional” cuya lectura arroja luz sobre esta necesidad de acuerdos internos. Nuestra historia pudo ser otra.

 

En algún lugar leí que una batalla recién está ganada cuando el vencido termina pensando como el vencedor. Un coro de economistas nos quiere convencer –esto es, vencer con las palabras- afirmando que los argentinos vivimos por encima de nuestras posibilidades. Yo creo que vivimos por debajo.

Una dirigencia que, conservando sus identidades, sea capaz de acordar políticas de desarrollo, estará en condiciones de asegurar una vida digna para todos. Quizás no pase mucho tiempo para que las circunstancias señalen este camino como el único transitable.

 

Carlos Dellepiane

 

Comentarios

13/7/2018 | 19:05
#164795
te acordas cuando se demoraba la llegada del gas natural a chivilcoy? yo trabaja en neogas....
12/7/2018 | 12:22
#164794
En líneas generales de acuerdo Carlos, sólamente quiero significarte que en lo que concierne a Venezuela y su drama, un gobierno de tu partido el PJ personificado en el matrimonio Kirchner alineó el país al régimen chavista sin que ningún órgano institucional del movimiento creado por el gral Perón hiciera incapié o cuestionara la decisión política. La autocrítica, la asunción de responsabilidades y el hacerse cargo, también forma parte de las condiciones para un gran acuerdo. Respetuosamente.