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25 de Mayo, un día de revolución

sábado, 26 de mayo de 2018 · 00:00

Cuando un pueblo toma la iniciativa de encarar un proyecto que implicará la transformación total de su idiosincrasia, dos ingredientes se hacen indispensables: Valor y Decisión.

Valor para llevar a cabo una empresa que pone en riesgo la seguridad de un estilo de vida y la propia vida misma y decisión para actuar con firmeza en las situaciones extremas.

Para los nacidos en la América Colonial Española, esa situación extrema se produjo en mayo de 1810, cuando llegaron a Bs. As; las noticias de un clima caótico en la Metrópoli Europea: el rey de España Fernando VII había sido encarcelado por Napoleón y sustituido por el hermano de éste.

Criollos y españoles se unieron entonces para formar un gobierno de emergencia frente al francés usurpador. Pero los nacidos en América ya tenían en sus corazones la ideología de la ilustración y la experiencia de las invasiones inglesas, gérmenes del espíritu independentista y democrático que alcanzaría su punto culminante en el Cabildo abierto del 22 de mayo.

Es a partir de este momento que la región se empezará a plantear dejar de ser colonia para intentar construir una Nación. Nación que todavía no tenía nombre ni fronteras definidas y que, lamentablemente, la historia demostrará que su construcción fue fruto de la muerte que se le aplicó al indio tanto en el sur como en el norte, para usurpar sus tierras, las que habitaba desde hacía miles de años.

Vale recordar en esta fecha que no debemos caer en la falsa ilusión de un 25 de mayo con paraguas y cintas celestes y blancas. La revolución no fue pacífica como han hecho creer; se impuso con violencia ante sus opositores, los españoles que controlaban la región desde su llegada en 1536, 1541, 1580, hasta dicha fecha.

Como toda ruptura, trajo aparejada temores, desgarros y dolor y esto expresaba Mariano Moreno al respecto:

Es importante destacar en este aspecto, que el protagonismo de Moreno comenzó el 25 de mayo de 1810, al asumir la Secretaría de Guerra y Gobierno de la Primera Junta, donde en su discurso inaugural dejó planteado lo siguiente: “La variación presente no debe limitarse a suplantar a los funcionarios públicos e imitar su corrupción y su indolencia. Es necesario destruir los abusos de la administración, desplegar una actividad que hasta ahora no se ha conocido, promover el remedio de los males que afligen al Estado, excitar y dirigir el espíritu público, educar al pueblo, destruir o contener a sus enemigos y dar nueva vida a las provincias. Si el gobierno huye el trabajo; si sigue las huellas de sus predecesores, conservando la alianza con la corrupción y el desorden, hará traición a las justas esperanzas del pueblo y llegará a ser indigno de los altos destinos que se han encomendado en sus manos”.

Es indudable que para asumir el rol protagónico que nos corresponde en la actual historia de nuestro país, todos, sin excepción; necesitamos el valor de los revolucionarios de 1810, pero con la cabeza y la experiencia de los pueblos del siglo XXI.

Es nuestro deber moral, entonces, -porque el conocimiento nos hace responsables-, recoger la herencia de lucha, igualdad y fraternidad de muchos de estos grandes patriotas, pero mejoradas esas ideas, al calor de la experiencia de lucha de los pueblos del mundo por su liberación en estos más de 200 años que nos remontan a 1810. Porque, esta gran humanidad ha dicho: ¡basta! Y ha echado a andar, y su marcha de gigantes ya no se detendrá, de ellos heredamos la conducta de que se debe morir de pie, antes que vivir toda una vida de rodillas. Que la revolución es lo que importa, y que cada uno de nosotros, solos, no valemos nada. Hoy como ayer se hace imprescindible la tarea, de sentir en lo más profundo de nuestro corazón cualquier injusticia, cometida contra cualquiera, en cualquier parte del mundo, ya que es la cualidad más bella que puede tener un revolucionario.

Hoy el oportunismo debe ser combatido con el mismo afán de victoria, que los llevó a los criollos a luchar contra España. El oportunismo, la falta de verdad, los deseos individuales por sobre los colectivos son el germen de todos los males, ya que socaban la verdadera participación del pueblo trabajador y en ese camino es que debemos cabalgar.

Hoy como ayer levantemos con gloria las ideas que permitieron la revolución, sus postulados, sus proyectos, su lucha contra el enemigo. Y no hagamos nunca más del 25 de Mayo un simple día donde el símbolo patrio se pasee vacío de contenido e ideales, envenado por pasiones que poco tienen que ver con las verdaderas necesidades del pueblo trabajador.

 

Juan Carlos Fit

 

 

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